Dom, 10 Mai 2020, 18:11
Asunto: Re: Diario de Pollastre
"La hora del cachondeo"
Lo conseguí. Durante el pasado confinamiento cumplí con mis obligaciones, como un buen español y padre de familia, siendo respetuoso con las autoridades, la subdelegación del Gobierno, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, los preceptos constitucionales, con mi labor profesional, con las necesidades de los cachorros (ingentes e indefinidas por orden del ministerio de educación), con las necesidades de defecar del perro, con las recomendaciones sanitarias, con la preservación del medio ambiente y con la sociedad en su conjunto.
También cumplí con la necesidad de correr confinado. No como algunos, que hasta les parece apropiado restregar a los demás lo listos que son saltándose las normas para correr al aire libre, prácticamente riéndose en nuestra cara, a mandíbula batiente, mientras aplaudimos desde la ventana su valentía por desafiar al estado de alarma. No. El garaje fue la tabla de salvación. Un garaje particular, dentro de la más absoluta legalidad, 25 metros escasos que exploté en la medida de lo razonable. Se hace un tanto extraño correr en un circuito tan corto, pero con el paso de los días le fui cogiendo el gusto, a falta de una alternativa mejor. Esta forma de correr resultó en cierto sentido más exigente que la carrera normal, sobre todo para los gemelos, con tanto giro, frenazo y arranque, además de que al final de la sesión parecía que me acababa de bajar de la noria, pero era correr. Como estos trotes apenas permitían la zancada y eran bastante lentos, algunos días los completé con unos ejercicios de técnica de carrera, como única forma de que no se atrofie demasiado la cadera, psoas y demás. Y de esta forma aguantamos. Fueron 15 días de carrera en el período de confinamiento, aún hubo suerte después de todo.
Y ahora por fin ya podemos salir al mundo exterior, y aquí llega el cachondeo. Un mundo exterior lleno de paseantes, de ciclistas y de otros corredores a pie, algunos que no había visto en la vida con equipación deportiva, más allá del chándal de los domingos para ir a comprar el pan, todos apelotonados en algunos tramos, incluso en zonas tan poco pobladas como esta. Casi todo el tiempo toca correr por medio de la carretera. Dicen que el rebufo de salivas y aerosoles de los corredores puede llegar hasta unos 10 metros atrás, pero eso no importa en mi rebufo, ahora es buen momento, arrímense sin miedo que de momento soy negativo.
Pero el cachondeo continúa. Los organizadores de la media de Valencia también son unos cachondos. Podía utilizar otros calificativos, como optimistas, ingenuos, infelices, osados o temerarios, entre otros posibles, pero me gusta más cachondos. Me han enviado un plan de entrenamiento pensando en la media. La verdad es que el único mensaje que esperaba recibir de ellos era la forma de gestionar la devolución de la inscripción, pero está bien, se agradece la buena intención.
Veremos en qué queda todo eso, veremos si, en el mejor de los casos, la carrera se celebra, aunque nos toque salir estabulados en grupos de 50, escoltados por motoristas de la Guardia Civil y con la prohibición expresa de escupir en el suelo y sonarse los mocos.
Son las 8. Es la hora del cachondeo. Tengo reservado un cachito de acera para mis 10 kilómetros que me dicen esos organizadores tan cachondos, y no es cuestión de perder el turno. Aprovechemos antes de que llegue el rebrote, que sin duda llegará, o la próxima pandemia. Puro cachondeo todo.
Atentamente,
P.