Situada en el valle de Lima, cuna del vino verde y con vistas al río que le dio el nombre, la ciudad de Ponte de Lima está rodeada de sierras y valles que forman un caprichoso vergel de viñedos y jardines, que la distinguen como la villa más florida del país. Su historia, marcada por su pasado medieval se manifiesta en el trazado urbano de la ciudad, con un rico patrimonio arquitectónico.
Los orígenes de Ponte de Lima se pierden en el tiempo. Habitada por los «Limicos» en 150 aC, varios restos arqueológicos dan testimonio de la existencia de los «castros». En tiempos de Augusto fue la principal vía romana que unía Braga con Astorga, y fue un general romano, Décimo Junio Bruto, el encargado de destruir la leyenda que hasta entonces sirvió para evitar las invasiones de la ciudad, que decía que si se cruzaba el puente que había sobre la misma, se perdía la memoria, por lo que nadie se atrevía a hacerlo. El general, cruzó el puente, el primero para demostrar que no había peligro y fue llamando, desde el otro lado del río, uno a uno a cada miembro de su ejército por su nombre y rango, asegurando de esta forma que conservaba su memoria intacta.
Su distinción como la villa más antigua del país se remonta al año 1125, cuando Doña Teresa de Bragança, madre del primer rey de Portugal, la otorga el titulo foral, dotándola de una estructura económica basada en el carácter y el mercado comercial, la Feria Quincenal, que se sigue celebrando dos lunes al mes.
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