Mar, 27 Mar 2012, 10:29
Asunto: Re: VIG-BAY 2012
Lo tengo todo estudiado, voy a hacer los primeros 10 kilómetros a 5' y el resto a 4'30", y así clavo la hora y cuarenta minutos prevista y entro en meta a buen ritmo y triunfando. Estrategias que ya quisiera The Special One, vamos.
Dicho y hecho. Arrancamos y aunque pierdo unos segundos por culpa de los demás (están todos mal colocados menos yo) los recupero pronto y ya tengo que ir frenándome porque el cuerpo (serrano él) me pide marcha. Mucha gente delante de mí que sé que voy a adelantar en cuanto quiera, sonrío condescendiente y sigo tranquilo.
Subo Canido sin forzar y todo va bien, incluso voy más rápido de lo que debería, pero ¿quién puede ponerle puertas al campo, el cascabel al gato y cortar las alas de mi libertad? Se me une Guillermo, rodamos juntos un par de kilómetros y antes de llegar al 10 ya decido mostrar mis cartas, me despido y empiezo a correr de verdad.
4'30", 4'22", 4'16"... y conteniéndome. Calculo que con esta progresión en breve estaré en tiempos negativos, la hora y media es posible, ¡o menos! Tengo esa sensación de que las piernas van solas, no hace falta ordenarles nada, correr es tan fácil y natural, puedo dedicarme a disfrutar del paisaje, dar alguna palabra de ánimo a todos los que dejo atrás, recibir los merecidos aplausos del público.
¡Soy genial! ¡Me encanta la Vig-Bay! ¡Y sin entrenar apenas!
Bajo la cuesta de Playa América, donde están mis padres, y nuevamente tengo que controlarme, creo que podría volar, así de bien voy. Busco a Lekhili, no puede andar lejos aunque él también debe de estar corriendo rápido, no le veo porque aún tengo unos 1.700 tipos en medio, pero ahora mismo los adelanto y asunto resuelto. ¡Menudo soy yo!
Y en ese momento, oh fatalidad, oh injusticia, se me reproduce mi antigua lesión: primero el gemelo, luego el tendón, el otro tendón, un dedo, las ingles, los tobillos, el sacro, la zona lumbar, las rodillas, la cabeza, el estómago, un hombro y un montón de partes que no sé cómo se llaman. Me duele todo, todo, es un caso grave de toditis.
Las rectas se estiran y alejan como los pasillos en películas de terror, cada paso es una tortura, me adelantan por docenas, me voy encorvando como una cucaracha, qué ganas de retirarme. Las piernas que corrían solas ahora se niegan a obedecer (sólo las mías, las de los demás parecen estar en armonía con sus propietarios). Cuando creo haber tocado fondo, voy a peor. Y Baiona está en las antípodas (o más allá).
¡Soy un desastre! ¡Odio la Vig-Bay! ¿Por qué, oh por qué no habré entrenado más?
Como todo acaba llegando, también alcanzo el último kilómetro. Allí el Ángel de la Guarda se apiada de mí y transfigurado en Guillermo me rescata, me obliga a seguirle y aunque sólo sea por no oír sus gritos remonto, hago de tripas corazón, de mi capa un sayo y de la necesidad virtud, rompo relaciones diplomáticas con las piernas y acelero. Para mi gran sorpresa paso de ir a 5'30" (y subiendo) a hacer la recta de meta a 3'30". ¡De nuevo soy genial! ¡Apartaos que voy!
Consigo llegar a la hierba, me tiro y quedo catatónico. No sólo estoy cojo, también estoy manco. Pierdo el reloj. Me pregunto por qué corro. Etcétera. Para la gimnasia rítmica estoy mayor, habrá que ir a más carreras. A ver cómo van los ánimos estos días.
La madre que parió a la Vig-Bay...