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Coruxo & Santiago
Lun, 17 Xuñ 2013, 9:11 Asunto: Artículos y entrevistas.
Con este título, tan poco imaginativo, ya indicamos al forero que se va a encontrar en este tema, una recopilación de artículos y entrevistas que aparecen por la web y que tampoco tenían un hueco en donde encajarlas. Y esa es la idea, que posteemos aquí lo que vayamos encontrando y creamos que merece la pena.
Empiezo con este artículo que aparecía en El Pais el pasado sábado.
En los últimos 30 años, he corrido 33 maratones completos. He participado en maratones por todas partes del mundo, pero cuando me preguntan cuál es mi favorito, siempre respondo sin dudar que el de Boston, en el que he participado en seis ocasiones. ¿Y qué tiene de maravilloso el maratón de Boston? Sencillamente, que es la carrera más antigua en su género; que su recorrido es de una gran belleza, y —aquí viene lo más importante— que todo en esa carrera rezuma naturalidad, libertad. El maratón de Boston es un acontecimiento gestado no de arriba abajo, sino de abajo arriba; fueron los propios habitantes de la ciudad quienes, durante un considerable periodo de tiempo, pusieron su perseverancia y su empeño para crearlo. Cada vez que corro esa carrera, soy consciente de que el sentir de sus artífices a lo largo de los años se palpa manifiestamente en el ambiente, y me envuelve una calidez especial, como si regresara a un lugar añorado. La sensación es mágica. Hay otros maratones igualmente estupendos —el de Nueva York, el de Honolulú, el de Atenas—, pero el de Boston (con el perdón de los organizadores de esas otras carreras) no tiene parangón.
Lo fantástico de los maratones en general es la ausencia de competitividad. Evidentemente, los corredores de talla mundial siempre verán en ellos ocasión para la más enconada rivalidad. Pero para alguien como yo (y supongo que esto podrá aplicarse a la gran mayoría de participantes), que soy un corredor del montón, sin marcas especialmente destacables, un maratón nunca es una competición. Te inscribes en la carrera para disfrutar de la experiencia de correr esos 42 kilómetros y pico, y una vez te pones, sin duda que disfrutas. Luego empiezas a notar algo de dolor, luego el dolor se hace atroz, y al final es el propio dolor el que te proporciona disfrute. Un disfrute que en parte radica en compartir esa maraña de sensaciones con los corredores que te rodean. Si intentas correr 42 kilómetros solo, tienes garantizadas tres, cuatro o cinco horas de auténtico suplicio. Yo lo he hecho, y espero no repetir nunca la experiencia. Pero si cubres esa misma distancia en compañía de otros corredores no resulta tan extenuante. Es duro físicamente, desde luego —¿cómo no iba a serlo?—, pero hay un sentimiento de solidaridad y unidad que te impulsa a lo largo de todo el trayecto hasta la meta. Si un maratón fuera una batalla, sería una batalla librada contra uno mismo.
Cuando corres el maratón de Boston, y doblas la esquina de la calle Hereford para entrar en Boylston, y ves, al fondo de la amplia y recta calzada, la pancarta en la plaza Copley, la ilusión y el alivio que te embargan son indescriptibles. Has llegado hasta allí tú solo, pero también gracias al impulso de todos los que te rodean. Los voluntarios no remunerados que se han tomado el día libre para ofrecer su ayuda, los espectadores que flanquean la calle para darte ánimos, los corredores que tienes delante, los que tienes detrás. Sin su aliento y apoyo, quizá no habrías logrado culminar la carrera. Cuando enfilas la calle Boylston para el sprint final, en tu corazón se agolpan todo tipo de emociones. Avanzas con un rictus de dolor por el esfuerzo, pero también con una sonrisa.
Yo viví tres años en las afueras de Boston. Dos de esos años contratado como académico invitado en Tufts y luego, tras un breve periodo de descanso, un año en Harvard. Durante ese tiempo, cada mañana salía a correr por la orilla del río Charles. Comprendo la importancia que el maratón de Boston tiene para los bostonianos, el orgullo que este supone para la ciudad y sus habitantes. Tengo muchos amigos allí que participan regularmente en la carrera, como corredores o voluntarios. De manera que, pese a la distancia que nos separa, imagino lo deshechos y desmoralizados que los habitantes de esa ciudad se sentirán tras la trágica carrera de este año. Han sido muchos los heridos físicamente en el lugar donde sobrevinieron las explosiones, pero habrán sido muchos más los heridos en otros sentidos. Se ha mancillado algo que debía ser puro, y yo, también —como ciudadano del mundo que se tiene por corredor— me considero un herido.
Esa mezcla de tristeza, desencanto, rabia y desesperación no se disipa tan fácilmente. Llegué a esa conclusión mientras me documentaba para mi obra Underground, basada en el ataque con gas sarín perpetrado en el metro de Tokio en 1995, y entrevistaba a algunos de los supervivientes y familiares de los fallecidos en aquel atentado. Se puede superar el dolor como para llevar una vida “normal”, pero la herida sigue sangrando por dentro. Parte del dolor termina desapareciendo con el tiempo, pero el paso del tiempo da lugar a otras formas de dolor. Es preciso sacarlo a la luz, poner orden en él, comprenderlo y aceptarlo. Levantar una nueva vida sobre ese dolor.
Sin duda el tramo más conocido del maratón de Boston es Heartbreak Hill, una de las pendientes que se alzan en los últimos seis kilómetros y medio del recorrido inmediatamente anterior a la meta. Ahí es donde los corredores acusan de forma más ostensible el agotamiento. En los 117 años que esta carrera tiene en su historia, han surgido todo tipo de leyendas en torno a esa cuesta. Aunque, a decir verdad, cuando la corres te das cuenta de que no es tan difícil y endiablada como decían. La mayoría de participantes en la carrera consigue salvar Heartbreak Hill más fácilmente de lo que esperaba. “Oye”, se dicen, “pues tampoco era tan dura la cosa”. Si te has preparado mentalmente para la pronunciada pendiente que aguarda cerca de la meta y has reservado energías suficientes para abordarla, sea como sea consigues remontarla.
El verdadero dolor en realidad aparece solo cuando, después de haber conquistado la cima de Heartbreak Hill, bajas por la pendiente a la carrera y llegas a la parte llana del recorrido, que atraviesa las calles de la ciudad. Has pasado lo peor y ya puedes enfilar recto hacia la línea de meta y, sin embargo, de pronto el cuerpo protesta a gritos. Sientes calambres en los músculos, y parece que llevaras plomo en las piernas. Al menos esa ha sido mi experiencia siempre que he corrido el maratón de Boston.
Tal vez suceda lo mismo con las heridas emocionales. En cierto modo, el verdadero dolor surge solo al cabo de un tiempo, cuando el golpe inicial ya está superado y las cosas empiezan a volver a la normalidad. Solo cuando has remontado la pronunciada pendiente y te encuentras en terreno llano empiezas a sentir el intenso dolor que has venido sufriendo durante todo ese tiempo. Es muy posible que el atentado de Boston haya dejado tras de sí esa angustia a largo plazo.
Pero ¿por qué? No dejo de hacerme esa pregunta. ¿Por qué quebrantar un acontecimiento alegre y pacífico como ese maratón de una manera tan cruenta y espantosa? Los autores del atentado han sido ya identificados, pero la respuesta a esa pregunta sigue sin esclarecerse. Su odio y su malevolencia, sin embargo, han enmarañado nuestros corazones y nuestras mentes. Aunque encontráramos una respuesta, es probable que no nos satisficiera.
Superar este tipo de traumas lleva tiempo, un tiempo que exige mirar hacia el futuro con talante positivo. Ocultar las heridas o pretender hallar una cura espectacular no conducirá a ninguna solución efectiva. Buscar venganza tampoco servirá de consuelo. Es preciso que recordemos las heridas, que no perdamos nunca de vista el dolor y que —sincera, concienzuda y calladamente— hagamos acopio de nuestras historias particulares. Puede que lleve tiempo, pero el tiempo es nuestro aliado.
Yo, por mi parte, lloro a las víctimas y heridos de la calle Boylston corriendo, corriendo día tras día. Este es el único mensaje personal que puedo enviarles. Sé que no es gran cosa, pero espero hacerme oír. Como también espero que el maratón de Boston se recupere de sus heridas y que esos 42 kilómetros vuelvan a parecernos bellos, naturales y libres. Socio nº 2 del club de fans de Safita
AUGUSTI
Foreiro Senior
25/03/12
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Lun, 17 Xuñ 2013, 14:02 Asunto: Re: Artículos y entrevistas.
Gracias Kaufman. Que artículo tan bonito y cuanto hace pensar!.
Estos días, mientras la luz de la mesilla ilumina la habitación más allá de la medianoche, me sumerjo junto a Adharanand Finn en su viaje a Iten, en pleno valle del Rift, a la búsqueda del espíritu de eso que nos mueve a muchos y que nos lleva a seguir corriendo días tras día. Un viaje épico dice la contraportada del libro “Correr con los keniatas”. Un viaje personal al atletismo más puro que a los lectores nos lleva a sumergirnos, a través de pistas de tierra y corredores keniatas, en una reflexión sobre el acto de correr y el atletismo.
Los ejemplos de la esencia de correr son incontables, y desde el atleta que serie tras serie, esfuerzo tras esfuerzo, busca sus ilusiones a diario en la pista de tartán; hasta el corredor popular que cruza al amanecer los parques de la gran ciudad; o al niño que corre tan rápido como le dan de sí las piernas para ganar a sus compañeros; podríamos pararnos en mil casos distintos para intentar explicar qué es correr.
Lejos de Kenia, en Cambridge, las campanas del reloj del Great Court del Trinity College suenan cada hora, y bajo el repique, entre las losas y los adoquines del patio principal, se puede sentir también el intenso olor a atletismo, y es muy fácil poder viajar cerca de ese sentido más puro imaginándonos corriendo lo más rápido posible para dar la vuelta al patio en el intervalo que dura el sonido de las campanas.
Carros de fuego (Hugh Hudson, 1981), junto a tantas otras escenas, inmortalizó esa imagen en nuestra cabeza. Según la película, que nos cuenta la preparación del equipo británico para los Juegos Olímpicos de París de 1924, Harold Abrahams se reta con su compañero y rival Lord Andrew Lindsay a dar la vuelta al perímetro del Great Court en el intervalo que va desde la primera campanada que marca el mediodía hasta la última, en lo que simbolizaba una carrera entre ellos, contra sí mismos, y en definitiva, contra el tiempo. La escena tiene mucho de libertad cinematográfica. No se rodó en el citado Trinity College (se grabó en el Eton College de Windsor); en la historia real dicha carrera no llegó a producirse ya que no obtuvieron el permiso necesario para correr en el patio dónde se habían retado, que ni siquiera era el del Trinity; y por supuesto, Harold Abrahams no llegó a ser el primero en batir esa marca.
Pero afortunadamente, la realidad, en este caso, está muy por encima de la ficción, y la historia es verdadera, ya que cada año, en el mes de octubre, en el mediodía que precede a la cena de graduación, los estudiantes del Trinity que se gradúan se retan a conseguir el objetivo de ser más rápido que el propio sonido del tiempo.
El patio, en el camino que miden las losas, tiene una longitud aproximada de 370 metros. El sonido de las campanadas a mediodía (que incluye los cuartos y veinticuatro golpes de campana correspondientes a las doce que suenan cada hora en punto más las doce que señalan la hora exacta), suele durar 43 segundos aproximadamente. Pero aquí, por no quitar romanticismo a la historia, nada es exacto. Si corremos por el camino de losas, la distancia está en torno a los 370 metros, y además, para seguir esas losas, lo giros son más bruscos al formar esquinas en cada cambio de dirección. No obstante, las reglas se han venido relajando, y en la actualidad se permite correr por la zona adoquinada, lo que reduce un 12% la distancia, y además permite hacer las esquinas más redondeadas, perdiendo menos tiempo.
Las campanas, al aire libre, funcionan a través de un método tradicional, y son más lentas o más rápidas dependiendo del tiempo. El mecanismo, un día más frío y seco, es más lento y da las campanadas más despacio, pero un día cálido y húmedo, es más rápido, hasta el punto que la diferencia puede oscilar en un máximo de 6 segundos, habiendo un poco más de tiempo para correr en otoño o invierno. En octubre, que es cuando se disputa la carrera, la diferencia es menor, y dependiendo del día sólo suele variar entre 43 y 44,5 segundos.
Todos recordamos la escena de la película de Carros de fuego, pero en 1988, siete años después de su estreno, el patio del Trinity College vivió un momento mágico. A mediodía de un día de octubre, vestidos como la ocasión lo merecía, Sebastian Coe y Steve Cram, dos de los más grandes del mediofondo británico y mundial, se habían dado cita sobre las losas de piedra del Great Court con el objeto de recaudar fondos. Con la salida debajo de la torre, y en el sentido contrario a las agujas del reloj por el camino que marcan las losas y que obliga a un giro radical en cada esquina, Coe ganó con 46,0 segundos aproximadamente, y Cram terminó en 46,3, llegando ambos después del último sonido de la campana, que ese día tardó 44,4 segundos.
La historia dice que sólo dos estudiantes consiguieron llegar antes de esa última campanada. En 1927, Sir Burghley, quién al año siguiente fue plata en los cuatrocientos metros vallas de los Juegos Olímpicos de Amsterdam, fue el primero en conseguirlo. En 2007, el 20 de octubre, el estudiante Sam Dobin repitió la hazaña, terminando su carrera en 42,7, si bien es cierto que se benefició de las reglas que permitían recortar por el adoquín y redondear las curvas, lo que ha hecho que la carrera pueda ser algo más accesible para grandes atletas, en lugar de ser un reto que ni el mismísimo Coe era capaz de terminar a tiempo.
¿Dónde radica el sentido más puro de correr? Seguramente en lo más sencillo, en lo más simple: en el hecho de correr con tan pocos medios como lo hace los keniatas en el valle del Rift; o en el hecho de que correr no es más lo que la propia palabra indica, ya sea para ganar aun rival, para derrotar al tiempo o para vencernos a nosotros mismos y superar nuestros propios límites para lograr un objetivo. En definitiva, en el sentido de correr para simplemente sentirnos vivos y demostrarnos que podemos llegar a tiempo antes de que suene la última campanada.
Nota: La ruta seguida ha cambiado con los años, por lo que superarlo es mas fácil. La ruta actual - que se realiza en los adoquines en lugar de la ruta - acorta la distancia hasta 299m (el perímetro de la hierba), frente a 341 m (el perímetro de los adoquines), esto es 12% más corto, reduciendo el ritmo necesario. También se permite "redondear" las cuatro esquinas para que no reducir en exceso la velocidad al tomar las curvas.
Xov, 20 Xuñ 2013, 13:16 Asunto: Re: Artículos y entrevistas.
muy bueno kaufman " Corre la primera parte con tu cabeza,la segunda con tu personalidad,y la tercera con tu corazon."
Mike fanelli,entrenador
xafu
Novo foreiro
24/07/12
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Lun, 15 Xul 2013, 7:46 Asunto: Re: Artículos y entrevistas.
Aunque normalmente compito con chip amarillo, tam¡bién lo hago con los chips pegados en la parte interior del dorsal, que proporçiona la federación Galega de Athletismo. Y tanto me tienen unos coma outros. Porque la funçión é a mesma, y tanto como aquí en Galiçia somos bilingues, tamen podemos competir con distintos dispositivos de cronometraje, al igual que utilizamos distintas linguas para comunicarnos. Porque o que máis importa, son as personas, tanto si corren con ou outros chips, como si falan unha ou otra lingua
jallejo
Foreiro Xuvenil
2/12/07
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Lun, 29 Xul 2013, 11:10 Asunto: Re: Artículos y entrevistas.
No sé si considerar este video una entrevista o qué, pero aquí va...
Lun, 29 Xul 2013, 22:23 Asunto: Re: Artículos y entrevistas.
Increible.Sin comentarios. Le adeuden esa cantidad o no, esa agresión no les deja precisamente en buen lugar. Vaya impresentable ese manager y el resto.
Kaufman
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Coruxo & Santiago
Xov, 12 Set 2013, 23:29 Asunto: Re: Artículos y entrevistas.
Hace 100 años, el 12 de septiembre de 1912 nació Jesse Owens. James Cleveland "Jesse" Owens (September 12, 1913 – March 31, 1980)
James Cleveland Owens nació 12 de septiembre 1913, en Danville, Alabama, hijo de un aparcero y nieto de esclavos. De joven trabajó con el algodón hasta que su familia se mudó a Cleveland cuando tenía 9 años. Una maestra pidió a los jóvenes su nombre. "JC", respondió. Ella pensó que él había dicho "Jesse", y él tenía un nuevo nombre.
Corrió su primera carrera a los 13 años. Se convirtió en un corredor de renombre nacional en la Escuela Técnica Superior de Oriente en Cleveland. Después de la secundaria, se fue a la Universidad Estatal de Ohio, sin beca deportiva recibia 100 dolares al mes por trabajar de ascensorista una noche. En su segundo año, en sus primeros diez grandes campeonatos, logró una cosecha de registros, incluso mayor que la gloria olímpica que alcanzaría un año después.
El 25 de mayo de 1935, en el Big Ten Campeonato de atletismo en Ann Arbor, Michigan, Jesse Owens, 21 años de edad y estudiante de segundo año de Ohio State empató el récord mundial en la carrera de 100 yardas y estableció el récord mundial en salto de longitud, la carrera de 220 yardas y 220 bajas obstáculos. Al inicio de la jornada, Owens no sabía si podría terminar incluso un evento. Él se había lesionado la espalda en una caida. Tras hablar con el entrenador decidió competir. Y así le fué:
15:15 100 yardas: Su tiempo oficial ganador de 9,4 segundos empató el récord del mundo, pero más de la mitad de los temporizadores oficiales de la carrera le cronometró en 9.3, una nueva marca mundial. Las reglas del día, sin embargo, se estipula que un corredor debe dar su tiempo más lento. El primer oficial 9.3 tendría que esperar a 1948.
15:25 Salto de longitud Owens necesita sólo un salto para mejorar el récord mundial por más de medio pie de 26 pies 8 ¼ pulgadas (8.13m) El record de Owens duró 25 años. Setenta y tres años más tarde, en los Juegos Olímpicos de 2008, el salto de en 1935 lo habría colocado septimo. "Lo peor para mí siempre ha sido lo bueno que Owens fue para el poco entrenamiento de salto de longitud que hizo", dijo Jon Hendershott, editor asociado de Track and Field News. "Y el problema de la espalda le limita a un solo salto en el '35 Big Ten. Sin embargo, estableció un récord mundial que duró un cuarto de siglo. Cosas muy impresionante."
15:34 220yardas Owens corrió 20,3 segundos para aplastar la vieja marca de 20.6. Debido a que el 220 es más que de 200 metros, Owens también recibió crédito por romper el récord mundial de 200 inmediatamente.
16:00 220 vallas bajas Baja obstáculos se interponen sólo 2 pies y 6 pulgadas (las vallas altas son un pie más alto), lo que permite Owens, que no era un corredor de vallas dotado, de usar su gran velocidad entre las barreras para derrotar a los oponentes más técnicamente superiores. Se convirtió en el primer corredor de romper 23 segundos con un tiempo de 22.6 para ganar por cinco metros. También recibió crédito por el registro de obstáculos de 200 metros. La vallas bajas se suspendió a nivel EE.UU. a partir de 1962.
Owens había promediado un récord mundial cada 11 minutos.
Berlin 1936
Al año siguiente, con los italianos ocupan Etiopía, los japoneses en Manchuria, los alemanes entrando en la Renania y una guerra civil a partir de España, los Juegos Olímpicos se celebraron en Berlín. Pese a los ruegos de que Estados Unidos boicotear los Juegos Olímpicos para protestar contra las políticas raciales nazis, los funcionarios estadounidenses votaron para participar.
El equipo de atletismo de Estados Olímpico de los Estados, de los 66 atletas, incluidos los 10 negros. Los nazis se burlaron de los estadounidenses por confiar en lo que los nazis llamaban una raza inferior, sino de 11 medallas de oro individuales en pista ganado por los hombres americanos, seis fueron ganadas por los negros.
El gran héroe fue Owens. Ganó la carrera de 100 metros en 10,3 segundos, los 200 metros en 20,7 segundos y el salto de longitud a 26 pies 5 1/2 pulgadas, y se abrió para el equipo de Estados Unidos que ganó el relevo de 400 metros en 39.8 segundos.
Sus actuaciones individuales rompieron dos récords olímpicos y, a excepción de un excesivo viento favorable, habría roto el tercero. El equipo de relevos rompió el récord mundial. Sus tiempos de 100 metros y 200 metros de altura se han ganado medallas olímpicas hasta 1964, su actuación de amplio salto hasta 1968.
En realidad, Owens no había sido programada para ejecutarse en el relevo. Marty Glickman y Sam Stoller eran lo elegidos, pero los funcionarios olímpicos estadounidenses, dirigidos por Avery Brundage, quisieron evitar ofender a los nazis, así se sustituyeron a Glickman y Stoller, ambos Judios, por Owens y Metcalfe, ambos negros.
"Cuando regresé, después de todas esas historias sobre Hitler y su desaire, regresé a mi país de origen, y no pude viajar en la parte delantera del autobús. Tuve que ir a la puerta de atrás. No pude vivir donde quería. Ahora, ¿cuál es la diferencia? "
Tras las Olimpiadas
Después de regresar de Berlín, no recibió ninguna llamada telefónica del presidente Franklin D. Roosevelt, no se le pidió para visitar la Casa Blanca. El reconocimiento oficial de su propio país no llegó hasta 1976, cuando el presidente Gerald R. Ford le entregó la Medalla Presidencial de la Libertad. Tres años después, el presidente Carter le dio el premio Living Legends.
Tampoco hubo contratos lucrativos para un héroe después de los Juegos Olímpicos de 1936. Owens se convirtió en un portero de parque al no poder encontrar otro trabajo. Terminó su carrera como corredor aficionado y aceptó dinero para competir contra los coches, camiones, motocicletas, caballos y perros.También viajó con el equipo de baloncesto Harlem Globetrotters. "Sin duda, me molestó", dijo más tarde. "Pero por lo menos era una vida honesta. Tuve que comer."
Con el tiempo, las cuatro medallas de oro cambiaron su vida. "Ellos me han mantenido vivo a través de los años", dijo una vez. "El tiempo se ha detenido para mí. Ese momento de oro no muere"
-Nací en Oakville, Alabama, en 1916. Desdé muy niño trabajé con mis otros hermanos en los campos de algodón. Mi padre, Henry Owens, trabajaba una parcela de veinte hectáreas con nuestra ayuda. Trabajábamos de sol a sol. Apenas veía a nadie y la vida, aunque dura, transcurría tranquilamente. Recuerdo que mi primer enfado, mi primera pena, la tuve a los ocho años, cuando alguien me llamó "negro" por primera vez. En tono despectivo, claro, que es como duele.
-(Olimpiada de Berlín) -Tuve suerte. Yo confiaba en mis fuerzas, pero como en aquellos tiempos los medios de comunicación eran escasos, la Olimpiada era una especie de sorpresa. Nadie conocía las marcas previas del rival, lo que hacía que cada una acudiera creyendo que era el mejor.
-Gané cuatro medallas de oro, y lo que es mejor, un gran amigo: Lutz Long. Sabíamos que Adolf Hitler proclamaba diferencias de razas y él era blanco y yo negro. Pero en el deporte, por encima de todo, está el compañerismo y Long me dio una maravillosa lección en este sentido cuando colocó su chándal en el punto exacto donde debía colocar el pie en el salto de longitud y evitar así que me descalificaran. Le gané la prueba, porque así es el deporte, y cuando nos abrazamos, las cien mil personas del estadio nos ovacionaron. ¿Hitler? Ni me acordé de mirarle. Sabía que llegaba al estadio por los murmullos de la gente: para mí lo importante era competir y ganar. Y haber hecho un amigo. Lloré el día que supe que Lutz Long había muerto en la guerra.
-Después de Berlín, a pesar de las cuatro medallas, nadie me ofreció un trabajo decente. Y como tenía una familia que mantener, empecé ganándome la vida corriendo contra caballos. Quizá fuera degradante desde el punto de vista atlético, pero jamás uno debe ser tan orgulloso como para despreciar un ingreso decente.
- (Sobre la olimpiada de 1980) -La política se ha adueñado de todo. La Olimpiada de 1936 también suscitó muchos comentarios, pero hoy los jóvenes están más politizados que en mi época: yo fui a Alemania porque era una oportunidad para viajar. Y una oportunidad para tener una vida más agradable a partir del éxito: desde que comencé en el atletismo siempre había soñado con una medalla. Y esto es lo que debe de tenerse en cuenta fundamentalmente: el deportista sólo piensa en ganar. En nada más.
.: Videos :.
1. Jesse Owens ............ United States ... 10.3 (Wind assisted)
2. Ralph Metcalfe .......... United States ... 10.4
3. Tinus Osendarp ......... Netherlands .... 10.5
4. Frank Wykoff ............ United States ... 10.6
5. Erich Borchmeyer ...... Germany .......... 10.7
6. Lennart Strandberg ... Sweden .......... 10.9
1. Jesse Owens ....... United States ... 20.7 WR
2. Mack Robinson ..... United States ... 21.1
3. Tinus Osendarp ... Netherlands ...... 21.3
4. Paul Hänni .......... Switzerland ........ 21.6
5. Lee Orr ............... Canada ............. 21.6
6. Wil van Beveren ... Netherlands ..... 21.9
1. Jesse Owens ... United States ....7.74 7.87 7.75 foul 7.94 8.06 8.06 OR
2. Luz Long ......... Germany ........... 7.54 7.74 7.84 7.73 7.87 foul 7.87
3. Naoto Tajima .. Japan ................ 7.65 foul 7.74 7.52 7.60 foul 7.74
1. United States ... 39.8 WR Jesse Owens - Ralph Metcalfe - Foy Draper - Frank Wykoff
2. Italy ................. 41.1
3. Germany .......... 41.2
4. Argentina ......... 42.2
5. Canada ............ 42.7
- . Netherlands ..... DSQ
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Viana do Bolo
Mér, 23 Abr 2014, 14:07 Asunto: Re: Artículos y entrevistas.Correr sin parar
Este artículo xa ten varios meses, pero pareceume interesante. O atletismo de élite resulta impresionante cando as marcas se traducen á "vida real" e se aprecia a sua verdadeira dimensión. Personalmente, gustanme os actos, como o da foto, donde o atletismo "se acerca " a todos os públicos
Brigetta Barrett saltando nun supermercado este lunes, antesala dos "Drake Relays" (Des Moines IA).
Sacado do twitter de Joaquín Carmona. @JOKIN4318 Socio fundador del club de fans de Safardatxo
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Ni Religión, ni Rey, ni subcontratas
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