Xov, 20 Feb 2014, 20:43
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)
Hola correleguas
Ayer entreno muy fuerte (en todos los sentidos).
Tras una hora de trote relajado, tomé la drástica decisión de echarme a la cara el puente del Milenio, y escalón tras escalón, completar una vuelta entera al anillo que lo rodea.
Un buen puñado de escaleras.
Digamos que en el momento me quedó la patata un poco chusca, y no digamos nada de las rodillas. Pero me parece que le estoy cogiendo gusto a la cosa, porque las pilas se cargan de energía que es una maravilla...
De hecho, al llegar a casa, me lancé de nuevo escaleras arriba, aprovechando que vivo en un sexto, para elevar el entreno a la categoría de superentreno escaleril, pero todo fue muy precipitado. Venía yo tan emocionado que ni siquiera me tomaba la molestia de ir encendiendo las luces de los pisos (ya que ahorramos en ascensor, pensé, vamos a ahorrar también en luz y así puedo presumir al mismo tiempo de runner ecológico...)
Pero no fue buena idea. Al poco de atacar las primeras filas de escalones noté yo que alguien, algún vecino, parecía ir por delante mía. No le di mayor importancia, pensé que enseguida se metería en su casa y punto.
Pero esa persona seguía subiendo, y debía ser a buen ritmo, porque yo casi no le comía terreno, e iba lanzado.
Entonces dejé de escucharlo, y aunque me pareció extraño, no quise pensar en ello. De hecho tampoco podía, llevaba la cabeza puesta en el control (o mejor dicho, descontrol) de mi respiración y en regular lo mejor posible las fuerzas que me quedaban.
Fue entonces, a la vuelta de uno de los descansillos, que me lo encontré allí apostado, apenas visible en la oscuridad, en posición de defensa, blandiendo una herramienta y preguntándome con voz quebrada: ¡¿A dónde vas?!
El hombre, que no era sino un fontanero argentino que viene a veces por el edificio a hacer sus chapuzas, se había pensado que yo era un ladrón, o quien sabe qué, que lo perseguía escaleras arriba con intenciones malsanas.
Una cosa está clara. Le metí un susto de mil pares de narices.
A mí en cambio, al hacerme parar, más que susto casi sentí una mezcla de entre alivio y el fastidio de que me chafara el invento a mitad de camino.
Yo le contesté medio aturdido “Pues, subo por las escaleras”
“Ah, que estás haciendo ejercicio, respondió el más calmado” Y ya por fin cada uno continuó su camino, yo para arriba, ya desinflado del todo, y él para abajo, seguramente dando gracias por no haber necesitado usar la llave o las tenazas que llevaba en la mano.
Sirva esto para ilustrar el miedo con que vive la gente desde que comenzó la crisis. Ya por nada, nos tememos lo peor. Este viene a por mí, debió pensar el fontanero. Reza tus oraciones.
Y es que, pensándolo fríamente, imaginarse a un cuarentón chiflado subiéndose seis pisos de una tacada, así, por que sí, por el placer (entre comillas) de hacerlo, cual quinceañero en plena efervescencia hormonal, suena a mucho más inverosímil.
Y de hecho no sé qué da más miedo encontrarse a oscuras por la escalera, si a un ratero, o a un orate.
Sea como fuere, creo que tendré que revisar mis métodos de entreno.
Alguien podría resultar malparado.
Esta publicación no es un juguete, no se la dé a niños menores de 100 años. No la arroje al fuego, ni aún vacía de contenido. En caso de intoxicación accidental acuda a la mayor brevedad posible al servicio de urgencias psiquiátricas más cercano.