Mar, 06 Mai 2014, 21:00
Asunto: CRONICA DE LOS 101 PEREGRINOS 2014
Con objeto de no copar el foro específico de los 101 Peregrinos 2014, he decidido abrir otro hilo en el que poder dejar mi crónica, ya que esto me ha salido demasiado largo. Espero que Jesús (Admin) o algunos de los moderadores me perdonen por abrir así el tema, pero es que 101 kms. dan para mucho y son muy difíciles de resumir. Si veis correcto desplazarlo a otro sitio, por mi, perfecto.
Espero que esto sea útil para aquellos que pretendan hacer los 101 en próximos años y también sirva para revivir los recuerdos de los que pasamos por aquellos lugares.
Por último, perdonad cualquier error u omisión que pueda contener, ya que la literatura tampoco es mi fuerte y las experiencias han sido muchas en apenas un día.
El que quiera publicar su crónica, puede también aprovechar este hilo. Cuantas más experiencias compartamos, mejor para todos.
MIS 101 PEREGRINOS
Mis problemas durante los dos últimos meses con el tendón de Aquiles no me dejaron preparar la prueba como quería, por lo que contaba básicamente con el entreno realizado desde Noviembre hasta Febrero. Después de la Media Maratón de Coruña el tendón tenía la tediosa costumbre de inflamarse cada vez que salía a correr, por lo que estos dos últimos meses se centraron en recuperarlo para que estuviese en condiciones.
He de reconocer que, por primera vez en mi vida, me enfrentaba con miedo a una prueba. No tenía la seguridad ni la esperanza de poder finalizarla, pero… ¡qué demonios! La inscripción estaba hecha desde Diciembre y si tenía que abandonar, disfrutaría de los kms. que me pudiese permitir hacer.
Llegué al pabellón sobre las siete y media de la mañana, con los primeros ajetreos de los ciclistas, que empezaban a poner a punto sus máquinas. Al entrar al pabellón, me pongo a la cola para entregar la declaración jurada y, durante unos minutos, pude observar a un chaval, con cara de cabreo, haciendo aspavientos, y dando órdenes para un lado y para otro… era
David Pacios, el engranaje de toda esta prueba a la que nos habíamos apuntado unos 2.000 locos. Tiene que ser estresante organizar un evento de estas características, sonreí y sentí empatía por aquella persona, ya que por muy cabreada que pudiera parecer se desvivía por llevar todo aquello adelante.
Al rato oigo que alguien me llama, era
Nando, quién me había dicho meses atrás que también tomaría parte en la prueba. Mientras hablo con él veo a tres compañeros de Ordes (
Juanma, Marcos y Rafa) a los cuales saludo, estos saldrían en bicicleta. Entrego la bolsa que posteriormente recogería en el km. 45, con las cosas que habría de necesitar más adelante y que ahora estaban de sobra (ropa térmica, frontal…). Después, vuelta al coche para prepararme y revisar el equipamiento que llevaría en la mochila durante la carrera.
Junto con
Nando, me dirijo a las pistas de atletismo, donde se daría la salida. Allí nos encontramos con
Ricardo (Uruguayo de nacimiento, pero Coruñes de corazón), al que
Guti del C.A. Boimorto me había presentado en el trail de Oleiros semanas antes; curiosamente
Nando también lo conocía, así que conformamos un pacto en silencio para salir juntos. Nos encontramos con
José, Banderas y Pili del GMTA, y también con
Marcos de Carral. Esto empezaba a coger ambiente gallego y yo empezaba a sentirme cómodo; los nervios y miedos iniciales estaban desapareciendo. A poco de empezar la salida, mientras esperábamos que salieran las bicicletas, oigo mi nombre, levanto la vista, y veo que se trata de
Marcos, junto con otros dos
Asaltamontes; eso ya hace que me sienta aún más relajado: No estaba solo.
Salimos los últimos,
Nando, Ricardo y yo;
Marcos iba con un par de amigas justo detrás. Salimos andando, con tranquilidad, quedaban muchos kilómetros por delante y ya tendríamos tiempo de correr. Detrás de nosotros y el grupo de
Marcos, solo el coche de la policía local, mientras íbamos por las calles de Ponferrada en dirección al castillo.
Al salir de Ponferrada vamos dejando a
Marcos y a las chicas atrás y después de adelantar a tres o cuatro personas, nos encontramos con
Pili y Banderas con los que conversamos un rato, para luego subir un poco más el ritmo. La cosa pintaba bien y los nervios desaparecieron, estábamos en marcha.
A partir del kilómetro 7, empieza el Rock&Roll, no sé quién empezó primero, pero a partir de ahí comenzamos a trotar. Llegamos a
Toral de Merayo, el primer avituallamiento, tomamos un tentempié rápido y seguimos corriendo; empezamos a adelantar a los primeros grupos de personas. Luego seguiríamos adelantando más gente hasta llegar a una posición en la que solo alternábamos adelantamientos con las mismas personas.
Empiezan las primeras subidas y bajadas fuertes (nada comparado con lo que nos esperaba), pasando por
Santalla, San Juan de Plazuelas y Borrenes. En esas subidas y bajadas se nos fue quedando
Nando, confiábamos en que nos cogería, pero ya solo seguíamos
Ricardo y yo. Empezamos a bajar el ritmo conforme pasaban los kilómetros y nos acercábamos a
Las Médulas, charlando animadamente mientras pasaban los kilómetros, 20, 25, 30.
Acercándonos a
Las Médulas,
Ricardo decide apurar un poco más, ya que quiere aprovechar que ahora está en buena forma, aunque luego tenga que ir más lento. Yo, por mi parte, decido ir con un poco más de calma, ya que el calor empieza a apretar y sé que es la única cosa que me puede hacer estragos y echar por tierra mi meta. Nos despedimos y confiamos en vernos más adelante. No lo volví a ver, luego me enteré de que finalizó en unas diecisiete horas, vaya crack!
Ahora tocaba ir solo y adentrarme en
Las Médulas, el sol empezaba a hacerse notar y el viento no soplaba. En el último avituallamiento había cogido la última botella de agua, espero que lo solventen antes de que lleguen los siguientes corredores, porque nos va a hacer falta todo el agua que podamos. También aquí es donde empiezo a ver los primeros abandonos.
He de hacer un inciso, para aclarar que el avituallamiento de Las Medulas, fue el único sitio donde he visto la carencia de agua y se les veía movilizados para reponerla lo antes posible, incluso comentaban de cogerla de una fuente cercana mientras no llegasen refuerzos. En el resto de avituallamientos he visto que tenían de todo y en abundancia, a pesar de que delante de mí pasaran más de 1.000 ciclistas y muchos corredores.
En la primera bajada larga, hacia
Salas, me encuentro con una chica de acento argentino con la que converso un poco sobre el calor del día y la prueba… no me podía imaginar que sería mi compañera de trayecto durante la noche y quien tirase de mí en los últimos kilómetros, se trataba de
Paulina, una atleta de Coruña, que había hecho todas las ediciones anteriores de los 101, aparte de otras pruebas similares. A su lado, yo un novato.
Cerca de
Salas, en una zona de viñedos, reconozco a alguien familiar conversando con uno de los corredores, es
Paco del equipo de
Trotadas de Valdeorras (muchos lo conocen como
BaoEs de Correr en Galicia), quién se había acercado a animar a su equipo. En ese momento estaba hablando con
Helsinki, todo un experto en largas distancias. Me reconoce y me saluda dándome muchos ánimos para afrontar la prueba. A partir de ahí ya no volvería a reencontrarme con
Paulina hasta la última etapa de la prueba.
Por fín!!! Llegada a
Puente de Domingo Flórez, km. 45, cerca de las cuatro de la tarde; allí estaba esperando la bolsa que dejé a la organización en la salida y mi primera parada larga (30 minutos). Paso el arco de control, tomo algo del avituallamiento, recojo mi mochila y me voy a una colchoneta del pabellón. Me siento, compruebo el estado de los pies, los unto de vaselina y me cambio de calcetines. Desde el km. 35 iba notando como se me formaba una ampolla en el pie derecho… no sería nada comparado con las que me vendrían después. Repaso las cosas que tengo, las que necesito o las que no necesitaré y se van a quedar allí.
Entrego la bolsa para que la manden de vuelta a meta y salgo del pabellón. Allí me encuentro con
Nando, que acaba de llegar. Le pregunto si quiere que le espere y me dice que no, que descansará un buen rato antes de continuar. Después me enteré que también finalizó el recorrido y no mucho detrás de mi. Un fenómeno el tío!
Fuera veo a algunos voluntarios, corredores y otras personas mirando a una montaña y diciendo:
- Mira! Aquel también baja…
- Que cerca estaba…
- Allí! Cerca de la cumbre, en el zig-zag, otro… lástima...
Continúo el trayecto, pensativo en que se debían estar refiriendo aquellas personas, pero al poco lo descubro: En plena calor de la tarde, rebasando los 30º, nos enfrentábamos a un ascenso de 5 kms. por una zona sin apenas vegetación y salvando un desnivel de casi 500 mts. hasta llegar a una pizarrera; travesía durante la cual solo se escuchaba el zumbido de las moscas y en la que me iba cruzaba con gente andando en sentido contrario. Creo que fue la zona que más nos castigó y donde más gente abandonó, y eso que los montes más altos aún estaban por llegar.
Una vez superada la pizarrera tocaba bajar un poco hasta
San Pedro de Trones, donde pude beber y mojarme la cara en una fuente de agua fresca que me sabía a gloria. Desde
San Pedro de Trones volvíamos otra vez a
Puente de Domingo Flórez por una zona un poco más técnica; pero esta vez no tocaba relajarse en el pabellón, tocaba continuar hacia
Yeres: Empezaban las subidas a las cotas más altas.
En
Yeres, km. 64, ya empiezo a notar el cansancio. En el avituallamiento, una chiquilla de unos ocho o diez años me pregunta si quiero agua o Aquarios, y le digo que primero quiero rellenar de agua el bidón, a lo que ella me contesta:
- Deja el bidón encima de la mesa, que ya te lo relleno yo. Mientras vas tomando algo.
Ese gesto es solo un detalle de cómo la gente del Bierzo se iba volcando con nosotros, desde el dueño de un bar que te ofrecía un chupito de licor para continuar el camino, hasta la gente que te ofrecía vino, chorizo, oreja, jamón, tortilla, etc. mientras esperaban durante toda la noche alrededor del fuego el paso de los corredores.
Desde
Yeres toca seguir subiendo durante 7 kms. hasta llegar al
Alto de La Braña, si las vistas eran espectaculares, desde allí se divisaba todo el Bierzo, estábamos en el punto más alto de la prueba. A partir de aquí, bajada hacia el
Mirador de Orellan, desde donde podíamos ver
Las Médulas, km. 70 y estaba empezando a anochecer.
Durante la bajada a
Orellan me vuelvo a encontrar con
Paulina y continuamos, junto a otros participantes, hasta llegar al avituallamiento. Allí me pregunta si tenía pensado mantener el ritmo que llevaba hasta el momento, para poder continuar juntos y no tener que afrontar la noche en solitario, lo cual me parece una idea estupenda. Desde
Orellán, y de noche, se divisan las luces de
Ponferrada, que cerca parecía estar y que lejos nos quedaba aún.
Continuamos hacia
La Chana y
Villavieja, pasando al lado del
Castillo de Cornatel, iluminado por un haz de focos, en todo su esplendor. A partir de ahí bajada hacia
Santaya y
Toral de Merayo, donde la gente nos esperaba y animaba, y tuvimos ocasión de tomar sopa caliente y, un poco más adelante, también el chocolate.
Quedaban los últimos 15 kms, pero para mi fueron los más largos. Desde
Santalla, todo se convirtió en un continuo subir y bajar hasta llegar a la entrada de
Ponferrada, donde estaba el último avituallamiento. Allí nos pudimos tomar otro chocolate caliente, que nos sentaba de maravilla a esas horas. Para no parar, ya que nos costaría trabajo continuar,
Paulina y yo decidimos continuar andando mientras nos tomábamos el chocolate. Pensé que a partir de aquí sería todo chupado: entrar en la ciudad y, después de un paseo, llegar a meta. Que errado estaba. Cruzamos un puente y al otro extremo nos espera un voluntario, quien nos acompaña un par de calles mientras conversa con nosotros. Nos indica la ruta a seguir y nos despedimos de él. Oh, No!!! Volvemos a salir de
Ponferrada, tocan nuevas subidas y bajadas durante unos kilómetros, que se me hacen eternos, hasta volver a bajar definitivamente hacia
Ponferrada y, tras cruzar un puente, continuar durante unos 3 kms. por el paseo que hay a lo largo del río.
Ahí ya perdía todas mis fuerzas. Esperar ansiosamente llegar al final y ver que este no llegaba era mucho peor que afrontar la prueba desde el principio. Gracias a
Paulina que me fue animando durante la parte final de esta odisea, menuda fuerza y ejemplo el de esta luchadora.
Una vez llegado al final del paseo fluvial, subimos una pequeña loma y tomamos una calle desde la cual se divisa ya
El Toralín, nuestra meta. Empezamos a apurar cada vez más el ritmo, ya que estábamos a punto de cumplir las 20 horas de prueba y, supongo que por tozudez, no queríamos subir de ese tiempo.
Al final 19:58:42. Hora de la llegada sobre las 5:00 horas de la madrugada.
Agradecer a la organización, pero sobre todo a las gentes del Bierzo, el buen trato que nos han dispensado a todos los participantes.
Para el año, volver o no volver… no sé. Quizás incluso líe a alguien más para ir.
Club: ESPRINTES OURENSE.
www.esprintesourense.com