Mar, 29 Abr 2014, 9:25
Asunto: Re: Desertores del Crono
Hola, compañeros. Perdón por la tardanza. Primero que nada, mi más sincera enhorabuena a Secaiv y Vacatola. Para mí sois grandes. Secaiv, tú tranquilo, que en la siguiente cumplirás tu objetivo. Angelus, a ti ya no te volveré a sacar fotos. Mira que no animarme en el maratón... Jajaja. Es broma, hombre.
Me alegra que corrieras el 10k. En tu caso lo del tiempo es lo de menos. Sin entrenos las cosas se complican. Y coincido con Vacatola, tienes que probar el maratón, al menos una vez en la vida. La alegría y la emoción que sientes cuando pasas el km 42 es indescriptible.
Bueno, os dejo mi crónica, que me ha salido un poco larga, pero es que para mí el maratón es una carrera especial.
Como os dije antes, tenía tres objetivos: primero que nada acabar la carrera, luego mejorar el tiempo del año pasado (4h:23) y por último, el más ambicioso, que era bajar de cuatro horas, y si era posible rondar las 3h:50.
Salí a un ritmo que oscilaba entre los 5:10-5:20/km. Sabía que tenía que salir un poco más rápido que mi ritmo objetivo, porque era seguro que tarde o temprano me encontraría con el muro, así que creí conveniente tener un pequeño colchón de minutos para lograr el sub 4h.
Fueron pasando los km con pocas cosas reseñables. Lo positivo es que no tenía molestias de ninguna clase. Arribé al punto de la media maratón y no tenía ningún problema para seguir manteniendo la misma velocidad. Me sorprendió gratamente llegar tan entero a ese punto. Seguían cayendo los km y tenía poco cansancio. Veía muy factible el sub4h.
El trigésimo kilómetro me pilló relativamente bien. Como era de esperarse, el cansancio ya era notorio, no obstante, no era algo de gravedad. Fue ahí me dije «ya sólo quedan 12, ¡esto ya está hecho!». Qué iluso fui...
Seguí y pronto apareció el km 31. La cosa iba por buen camino, sin embargo, cuando rebasé la marca del km 32 dio inicio mi calvario y todas mis buenas expectativas se fueron al garete. A partir de ese punto me sobrevino un doloroso calambre en el cuádriceps izquierdo que me obligó a bajar mucho el ritmo. Fue tan repentino. Nunca había tenido problemas de ese tipo en una carrera ni en entrenos, sin embargo, siempre hay una primera vez, ¡y tenía que ser en el maratón! Fue decepcionante porque a esas alturas iba relativamente cómodo y sentía que tenía reservas para aguantar más, pero si se trata del músculo más voluminoso del cuerpo poca cosa se puede hacer. No me quedó de otra que disminuir bastante el ritmo si quería terminar la carrera. Los siguientes kilómetros fueron cayendo a cuentagotas: 34... 35... 36... 37... Era como ver un lento reloj de arena. Entre eso, el viento en contra, el tramo en pendiente ascendente y el agotamiento que ya había hecho acto de presencia lo pasé terriblemente mal. Estaba claro que el hombre del mazo había venido a hacerme una visita.
Llegué al km 38 y el dolor en el cuádriceps iba a más, así que me detuve y luego caminé unos 300 metros hasta el último avituallamiento. Otra vez me dije «esto ya está hecho», y añadí «pero el crono se puede ir a tomar viento». Nunca mejor dicho dadas las circunstancias climatológicas. Tomé isotónica y plátano (como había hecho en los anteriores puntos) y vertí agua en mi pierna izquierda. No sé si eso es un buen remedio para los calambres, pero fue lo único que se me ocurrió. Los muchachos del avituallamiento me dieron ánimos e intenté correr otra vez, o más bien a trotar, cual cochino gordo. El cuádriceps seguía dándome la lata, pero menos. Parecía que el agua ayudó un poco... ¿o habrá sido efecto placebo? No lo sé. Sin embargo, otra vez tenía ese condenado viento en contra, y para colmo la isotónica que había tomado minutos antes le cayó muy mal a mi estómago. Si no era una cosa era otra. ¡Cómo sufrí en ese trigésimo noveno kilómetro!
El rótulo del km 40 apareció, pero no pude
disfrutarlo, dado que tenía naúseas y ganas de vomitar. Afortunadamente en ese punto me encontré con
Kolas y su chica, quienes estaban animando a todos. Encontrarme con rostros conocidos (llevaba más de media hora solo) fue como encontrar un oasis en medio del desierto. Además, él tuvo el grandísimo gesto de acompañarme unos 150 metros. Eso me vino de maravilla porque las nauseas y el calambre desaparecieron... o al menos mi cerebro los ignoró. Nunca olvidaré esa pequeño, pero a la vez gran gesto de Kolas.
El kilómetro 41 apareció más pronto de lo que imaginaba. Intenté incrementar el ritmo, ya que vi mi reloj y el sub 4h se vislumbraba posible. Pasé la calle Juana de Vega y giré hacia Los Cantones, a la máxima velocidad posible (seguro que seguía trotando como un cochinillo). Vi rostros conocidos y eso, combinado con los ánimos de los espectadores me insuflaron de emoción y adrenalina. Las piernas me pesaban como nunca, sin embargo ya no quedaba nada y había que darlo todo. Ya en el km 42 me encontré con mi madre, y eso me catapultó hacia la meta. ¡Hasta tuve fuerza para hacer un pequeño sprint en los metros finales!
Crucé la línea de meta en 4h:02 . Alcé los brazos y cerré los puños. Esa fue mi pequeña celebración particular. No había cumplido mi objetivo ambicioso, no obstante, eso era lo de menos. Lo importante fue que había superado el reto, había corrido un maratón por segunda vez, y lo había terminado. Estaba roto, pero muy contento.
En cuanto al recorrido, prefiero el anterior, pero eso ya es otro asunto...
Respecto a mis próximas carreras, estoy apuntado para Arteixo, sin embargo, dudo mucho que corra. Estoy relativamente bien de piernas, pero mentalmente creo que necesito un pequeño descanso, de carreras, que no de correr. No sé cuánto necesitaré... una semana, dos, tres... no sé, pero volveré cuando realmente tenga deseos de competir, no antes. Ya os contaré.
¡Vamos, desertores!