Mér, 09 Set 2015, 23:08
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Segundo año del gato. Día 65. (9 de septiembre)
Creía que me iba a librar como cuando el profesor se ponía enfermo y se aplazaba el examen, pero no: llega un momento en la vida de todo premaratoniano en que tiene que hacer una tirada larga. Nunca había corrido más de veintiún kilómetros (no cuento los discontinuos de Castrelos), nunca había corrido más de dos horas (no cuento la pesadilla con andaina de la Costa da Vela). Era tiempo de saber si con estos mimbres hay cesto o no.
Para este rodaje de dos horas y media acudió Isaías al rescate, primero descubriéndome la Senda da Auga que parte de Redondela y luego ofreciéndose a acompañarme en algún tramo. Llovía y sé que es hidrófobo para el deporte (aunque persevera para intentar algún día un triatlón) así que tiene doble mérito que se acercase. Le di un repaso a todo el equipamiento, estrenaba riñonera para los geles, vaselina desde los dedos de los pies hasta las axilas, el reloj cargado, la botella de agua en la mano. Elegí una camiseta Kalenji también vintage que probablemente lleve a Berlín, de color rojo, el cortavientos amarillo, el pantalón verde, faltaba Fofó cantando
El auto de papá. La ruta es casi toda por tierra y llana, perfecta para entrenar aunque no está cerca de casa.
Comenzamos tranquilos, o eso creo, porque mi Garmin marcaba una cosa, el suyo otro, la alarma sonaba cada kilómetro y cada cinco minutos confundiendo, y la señorita del móvil daba una información distinta. Iba bebiendo sorbitos a los treinta minutos y cambiando el peso de brazo. En los cruces Isaías me indicaba las señales para que no me perdiese a la vuelta, y cuando llegamos al siete se sentó en una fuente y dijo que se quedaba a esperarme. No sé qué cálculos hizo porque yo no pensaba regresar hasta bastante más tarde. Continué solo y ya por el diez empezaron los dolores en las rodillas y también en los dedos, éstos se fueron pero aquéllos no, y se fueron añadiendo otros musculares en los glúteos y cuádriceps, y en los lumbares. A la hora exacta saqué el primer gel y me puse nervioso, imaginaría que estaba en pleno maratón o que éste era el último ensayo general antes del estreno de una obra tetral, el caso es que no acertaba a exprimirlo y tragarlo sin tirar nada al suelo, y lo bebí/mastiqué ansioso. Son los mismos que nos van a dar en carrera y no parece que me sienten mal, eso sí, la superenergía instantánea estilo espinacas para Popeye o poción mágica para Astérix no la noto. Se acaba el camino y vuelvo pero aún es pronto, me faltan kilómetros si quiero hacer la tirada justo hasta el coche, así que voy, vengo, voy, vengo otros veinte minutos y me cruzo cuatro veces con un paseante que ya me mira mal. El censo de hoy lo componen tres corredores y una corredora, un montón de ciclistas, una docena de caminantes y media de perros, incluidos dos sueltos que vinieron a por mí gruñendo y casi me infartan.
Bien de fuerzas y ritmo pero con dolores, a la hora y media saco dos ibuprofenos del bolsito y los tomo: tampoco hacen efecto. Diría que se fueron directos a la cabeza interpretando por su cuenta que se trataba de migrañas, me quedó despejada y como a prueba de jaquecas durante un mes, pero las piernas seguían torturándome aunque sin dejar de propulsarme. Festejo el paso por el 14K, ahí va un tercio del maratón. Iba haciendo cuentas de lo que llevaba, lo que me faltaba hoy y lo que restaría el veintisiete. Vértigo, pánico, no puedo hacerlo. Aflojar no aflojo, voy por debajo de 5'15" siempre y a veces mucho más rápido, intento hacer las conversiones de sexagesimal a decimal con regular éxito, si llevo dieciocho kilómetros en una hora treinta y cuatro y un tren sale de Barcelona a las catorce quince en dirección a Madrid y de momento no hay fronteras, ¿cuánto tardará Slump en correr los cuarenta y dos kilómetros? Por debajo de las cuatro horas seguro, que es el objetivo, ¿pero aguantaría este ritmo? Porque hoy parece que sí, no voy disfrutando por las molestias pero no flaqueo. Y empiezo a descontar los minutos para alcanzar la fuente donde aguarda Isaías.
Me autoanimo también con la media maratón que es medio maratón, cosas del género, no quiero pensar pero pienso en el otro medio. A partir de ahí es terra incognita. A las dos horas abro el segundo gel, los nervios no se van, qué extraño, temblando casi aprieto el sobre y lo bebo como quien encuentra un oasis, este gel de limón sabe a Flaggolosina, lo guardo todo en la riñonera que ha pasado la prueba con nota. El que no la ha superado y queda fuera de MasterChef es el pulsómetro, oooooh. La banda se me cae y al perder el contacto arroja (es un decir, que no dejo residuos a mi paso) unos datos imposibles, y no estoy yo para andar sujetándola o preocupándome. Podría ajustarla mejor pero correré sin él y voy más tranquilo, y el lugar que no ocupa en la maleta será para la medalla de finisher, que sí voy a ganarme.
Y llego a la fuente y hay un ciclista, un ciclista que será muy majo y bellísima persona pero que no es Isaías. Normal, se habrá cansado, sigo y en el suelo veo unas señales, unas letras marcadas en la tierra que dicen
ME FUI y algo más que no leo pues no paro porque no quiero ni debo que luego quién me pone en marcha, pero ahí estaba el mensaje, una emoción como la de Robinson Crusoe cuando encontró las huellas del que luego sería Viernes. Toca seguir solo, si ésta era una prueba mental no ha salido mal, en total haré los últimos veintidós kilómetros sin compañía. Levanto el brazo a los dos tercios del maratón, otro hito, ya que estamos me gustaría alcanzar los treinta pero el tiempo previsto termina antes y además me acerco ya al coche, se va a quedar la marca en algo menos. Al final no ha sido tan duro el rodaje, o sí, tengo sensaciones contradictorias, todavía me quedan fuerzas para seguir un poco más y completar los veintinueve kilómetros pasándome un minuto de las dos horas y media a 5'13". Allí está Isaías tirado en el suelo en la misma postura que tiene en el perfil de WhatsApp, se levanta y me saca unas fotos, me felicita y me da agua, que iba deshidratado. Me cuenta que su censo incluyó también vacas y cerdos y me enseña fotos (que combinan curiosamente bien con mis retratos) como demostración. Nos tomamos un Aquarius y una caña en el bar. Gracias de nuevo.
¿Sabéis qué os digo? Que voy a conseguirlo. Sufriendo como un perrete, seguro, pero puedo. Hay un maratoniano dentro de mí. Aunque sea pequeñito por falta de espacio, no soy David Cal que se ha comido a David Cal que se ha comido a David Cal que se ha comido a David Cal como las muñecas rusas.
P.S.: Tras las felicitaciones, vaya bronca que me han echado por los ibuprofenos. Niños, no intentéis hacer eso en vuestra casa.
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones
Última edición por DoctorSlump o Xov, 19 Nov 2015, 21:52; editado 2 veces