Mar, 10 Nov 2015, 1:00
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Segundo año del gato. Día 125. (8 de noviembre)
Cuando hace un mes me acercaba a la Puerta de Brandeburgo pensaba: los seis o siete años que llevo corriendo convergen en este momento. Un millón de espectadores aplaudiéndome mientras hago mi primer maratón por las calles de Berlín. Insuperable, ¿verdad? Pues, con todo, me quedo con la Behobia.
¿Qué puede haber nuevo por decir tras repetir cinco veces? (Fallé la sexta por lesión). En 2010 vine solo y ahora ya sumábamos trece en el grupo, y encontrando a conocidos que se apuntan por su cuenta y debutan y se entusiasman y regresan. Esto es otra cosa. Si lo de cada domingo en Galicia es una carrera, entonces hay que buscar un nombre distinto para lo que se vive aquí todos los noviembres, desde 1919 (cerca está el centenario) y ya ininterrumpidamente desde 1979. Porque la Behobia no se corre: se vive. Lo viven todos los donostiarras como algo muy suyo, como en otros sitios los Sanfermines o las Fallas o el Carnaval en Río, supongo yo, una fiesta que todos conocen y de la que están orgullosos y en la que participan activamente. Quienes hablaban con nosotros corrían o habían corrido o tenían un hijo que corría, e iban a animar y nos deseaban suerte y que volviésemos otros años. Porque no es una fiesta privada, no es un coto cerrado sino una invitación sincera y abierta. No es una carrera para la élite, no busca los récords ni las figuras, es una prueba popular de verdad, una exaltación del deportista aficionado y anónimo que por un día es la auténtica estrella. Desde el primero hasta el último todos somos protagonistas y así nos lo hacen ver. Ese día entiendes que han valido la pena los entrenos y las lesiones y las alegrías también y las burlas de los que no comparten la afición y la preocupación de mi madre y lo que gastas en el fisio y las cervezas en compañía y la vaselina que compras en la farmacia con expresión asexuada para no confundir y las quejas de los amargados profesionales del foro y salir con lluvia y los piques y la barriga que no baja y la condromalacia y los gatos que han de invadir el mundo y todo lo demás. Porque vas como en una alfombra roja y hoy no eres un paquete con o sin aspiraciones, hoy eres dios, o un dios, o casi, y recibes apoyo y cariño para los próximos lustros. Somos treinta y cuatro mil pero tú, tú eres único y especial. Al recoger el dorsal, en la salida, en los avituallamientos, en la meta, cada uno de los más de mil voluntarios (sí, he dicho bien) te sonríe y es amable y se esfuerza por ti. No es sólo educado, o eficiente. Es otra cosa, insisto, están felices de ser parte de eso. Horas (la salida va por por cajones neutralizados y es una fila interminable) dando agua y todavía llamándote por el nombre y sonriendo. Al sol o a la lluvia. Y el público. El público. Claro, es que es muy cara, es que con dinero todo se consigue. Recuerdo una foto del autobús del Chelsea por Londres después de ganar la League, las aceras vacías, y un texto: Puedes comprar un club, puedes comprar a jugadores, pero nunca podrás comprar un sentimiento.
Repartidos en dos coches y una furgoneta los behobianos v2.0 éramos Nando, Mary, Tiojuan, Mónica, Manolo, Celina, Susi, Montse y yo, y estrenándose Basi, Juan y Meigalicix. En el último momento se cayó (metafóricamente) Isaías, atacado por una infección viral o bacteriana pero en cualquier caso inoportuna. Le eché de menos, si ya le gustó Donostia con lluvia habría vuelto enamorado al verla con buen tiempo. El Cantábrico es clima tropical, como sabemos, por lo que en noviembre es normal tener treinta grados, y la gente estaba en la playa, en la Concha y en Gros, y nosotros sin bañador. En Berlín los cuarenta mil atletas pasan desapercibidos entre los tres millones y medio de habitantes, pero durante la Behobia toda la ciudad huele (de nuevo metafóricamente, por lo menos el sábado) a la carrera, con las camisetas, las bolsas, las conversaciones, las terrazas, los restaurantes italianos tan solicitados, los hostales... entre corredores y acompañantes somos mayoría. En la feria aparecieron María y Álex, alegrón, también nos veremos en París. Y me pasé por los stands buscando ya el siguiente destino internacional, pero Nueva York y Londres siguen pareciéndome caprichos excesivos cuando Montse me sorprendió interesándose por Tokio. Sayonara baby, me matas, mira que no hace falta insistirme mucho.
Y desde entonces, Nando. Qué fin de semana me dio. Que está full (?), que va a asaltar el trono gatuno, que me tiene a tiro, que vamoooooosssss, que me va a comer la moral (si se trata de comer gana él, tragaldabas), di qué una vez más, te reto, te reto dos veces, cabronazo, etc., y yo, venga, zangolotino, entro al trapo, mañana gran duelo pero ante testigos me aseguras tregua para la San Martiño, hasta nos sacamos una foto dándonos la mano y se la mandamos a César, el pobre no sabe qué hacer con nosotros, inconscientes, insensatos, cronopios. ¡Ay, si no fuera por estas risas! Artxienemigos, o mejor patxienemigos, dejadnos a solas que tenemos desafío no soberanista. Y a Juan, que le había prometido acompañarle, ¿qué?
Paseamos por el Casco Viejo y en las pantallas están poniendo vídeos del año anterior, el primero que hicimos juntos la mayoría del grupo. Diez minutos que alternan la infraestructura gigantesca que se mueve con declaraciones de participantes e imágenes de los corredores y el público y los abrazos al acabar. Estamos todos en silencio, y hala, lágrimas, tercera vez que lloro o me emociono hasta el punto de no retorno tras Castrelos y el maratón. Y Mary que no lo puede disimular ni con gafas de sol estilo la lagarta de V.
El domingo desayunamos en un bar que abrió para nosotros, y es que son amables hasta los conductores de autobús, y ya cogemos el topo para Irún y allí esperamos a Alicia que venía en la línea siguiente. Lanzadera y un paseíto con entrada y salida en Francia y estamos ya en Behobia. La música, el speaker, la gente, las caras. Guau. Esto tampoco lo había en Berlín, esta previa festiva. Juan ve aquello y lo que le espera y me susurra intenso:
¡Gracias! No hase falta disir nada más. Dejamos las bolsas, como en todo organización perfecta y trato exquisito, y por los altavoces recomendando hidratarse e hidratarse. Y la banda sonora haciéndonos saltar hasta que la rodilla izquierda me aconsejó prudencia, y a Montse su experiencia alemana. Basi está tan hecho un manojo que no es capaz de sacar una foto. Andan Iago y Joerace por allí, Jotaeme, no localizo a Lihto, y nos vamos hasta el arco para el arranque de los patinadores y los galgos y los primeros cajones. El día está veraniego y precioso, pero no para hacer deporte y tristemente acabaría ocurriendo una desgracia. Pero en aquel momento no necesitamos abrigarnos ni dejar ropa suplementaria, ni siquiera calentar, y quedamos despidiendo a los más rápidos hasta que nos toca. Alicia lleva dorsal naranja y Tiojuan y Manolo están entre los primeros, pero el resto somos azulones y partimos en el diez. Juntos pero parece que no revueltos mucho tiempo porque Nando, lejos de enfriarse, se ha crecido con el ambiente y muge como un toro de Kukuxumusu y me da unas palmadas no sé si en plan camaradería masculina o para quitarse los nervios o para lesionarme. Pues nada: saco dos globos que compré ayer a escondidas y me los pongo en la cabeza. Globero contra globero. Sígueme si puedes. No consigo un rotulador o una barra de labios para escribir SUB-NANDO en ellos así que van sin texto. Somos tres con la camiseta de los Tortujas, y a nuestro lado unos Tortugues catalanes, bromeamos. La canción con la que nos dan el turno es "Al amanecer" de Los Fresones, y a gritos la coreamos. Saludamos a las cámaras y nos buscamos en los videomarcadores, el que más y el que menos (el que más más que el que menos) está ilusionado.
Lau, hiru, bi, bat!!!! De subidón. Empezamos.
Nando tira, yo al lado y Juan detrás, y el resto del mundo desaparece. Salvo unas chicas disfrazadas de gatas y una incluso con una camiseta de tortugas, de creer en ello sería el destino, como no creo y además no estoy disponible y encima el de Cambados no me espera, continuamos y dejo ahí la idea por si la quiere aprovechar Federico Moccia. Va en serio, está fuerte y resopla menos de lo habitual (Nando, digo, Federico Moccia ignoro qué tal le pega), y a cada acelerón disimulado mío responde bien. Aunque vamos a la par, mi superioridad física y hasta moral se demuestra en que yo hablo y doy conversación y él no dice nada, pero me indica algo con gestos: estamos solos, Juan nos siguió un rato pero tuvo la prudencia de frenar. Y llevo ventaja en fans: a la gente le hacen gracia los globos, me van animando y soltando sus
Aúpa, Dani. Matiz importante, pues el dorsal pone Daniel, me están llamando por el hipocorístico. Las chicas colocan las manos para chocarlas y yo solícito me aproximo y hacen wooouuuuhh coquetas (bueno...), ¿es así tu vida, Justin Bieber? Y cruzando palmas con los niños se ponen contentos ellos, las madres y yo, en un círculo virtuoso en el que no dejo entrar a Nando, que sigue reconcentrado maquinando a saber qué estrategias de rencor y mezquindad. Y a la que me despisto se me va. Yo creía que cuando uno hace un maratón todas las demás pruebas cortas se le hacen fáciles, pero se conoce que no funciona así el tema. No voy precisamente sobrado pero sólo con pensar en aguantarle si me gana me vienen las fuerzas. Y por supuesto el público. Hace calor, mucho calor, pero tengo frío, la piel de gallina por la emoción. Me salvan los globos, porque los críos ríen y los padres me señalan y hacen comentarios, chistes fáciles (tampoco da tiempo a elaborar un sketch de humor intelectual) y aplauden más, y entonces mi carrera es más participativa y ligera, voy sonriendo y respondiendo pero sin ponerme sensible, y sin olvidar al aspirante, que no se rinde. Ni siquiera en las cuestas, que casi lo pierdo en Gaintxurizketa.
Pero llegamos a Rentería y eso son palabras mayores, otra vez, poco a poco desde las afueras del pueblo va creciendo el volumen de personas y decibelios, y no cabe nadie más, no puede haber nadie en casa, y recordad de nuevo que llevan más de una hora aplaudiendo pero parece que me estaban esperando sólo a mí (y eso lo pensarán todos), vamos, vamos, vamos Dani, aúpa Dani, visca Catalunya, aúpa neska, sois grandes, ya todo es bajada, no falta nada, valientes, plas plas plas, y crucé aplaudiéndoles y entre mis palmas y las suyas era como un surfero en la cresta de la ola, una ola que me llevaba más y más y allá se quedó Nando y yo me fui como una exhalación sin pretenderlo, sólo empujado por el público. Inolvidable. Un millón de gracias.
De ahí hasta el final fui sufriendo mucho. Más que en Berlín. Capuchinos fue duro. Bebiendo en todos los puestos, siempre un montón de manos ofreciendo los vasos, siempre sonrientes. La Behobia es una gran sonrisa. Me metía bajo las duchas, pedía que me regasen con las mangueras. Una señora ofrecía mandarinas. Por inercia pasaba a algunos de Sada o con camisetas de la tierra y les decía algo. Muchos se paraban a hacerse un selfie con el pirata, a Jesús Bernal le gustaría esto. Si en la primera parte parecía que iba para marca, la segunda prometia ser una hecatombe. El trazado es muy irregular y no sirve de nada ver los ritmos, hablo de las sensaciones, de tener maderos en vez de piernas. De ir de más a menos y no al revés, de llegar al Alto de Miracruz sin gasolina. Este año no me esperaba nadie en la cima. Pero para eso están quienes están ahí, quienes te cogen y te llevan a gritos hasta arriba, aúpa aúpa aúpa, vamos esos globos, venga chicos, vamos Daniel, aúpa Dani, venga venga venga. Y fui.
Los kilómetros a meta fueron los peores, y a los ánimos que no decaían contestaba con caras que no eran caras sino poemas, qué va, que no eran poemas sino ripios, con la lengua fuera como un emoticono de whatasapp y meneando la cabeza en un pretendido gesto simpático y cómplice que, lamentablemente, en las fotos se ha transformado en el rostro de un besugo en tierra con la boca abierta y asfixiado. Eso sí, todo el Boulevard correspondiendo con palmas a las gradas, una entrada épica y con los brazos en alto. En los vídeos casi todos los corredores cruzamos así, todos celebrando y agradeciendo haber formado parte de esta maravillosa carrera. Todos ganamos. Hasta Nando, que llegando detrás (repito: yo delante, él detrás) decidió que cuatrocientos puestos entre ambos no son nada y que aquello era un empate técnico. Él también ganó, si os pregunta decidle que sí, no le quitéis la ilusión. Y el muy liante me ha apuntado para la milla de Pontevedra del sábado.
El equipo entero acabó bien, unos más rápidos que otros pero los doce bien. Viendo la clasificación resulta que ésta ha sido mi mejor Behobia porcentualmente, y por mucho. Pues estupendo, aunque no lo haya sentido así. Nos duchamos, recogimos las maletas y me pidieron que no hiciese esos estiramientos tan raros en la calle, que no quedaba muy claro qué pretendía. Nuestro coche salió algo más tarde, tras comer junto a la pensión. Juan está intentando convencer a los Tortujas de lo que se pierden, no les veo muy receptivos. En 2016 pienso estar en Donostia de nuevo. Con Isaías.
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Uniendo carreras
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones
Última edición por DoctorSlump o Lun, 14 Nov 2016, 14:10; editado 2 veces