Mar, 27 Nov 2018, 23:35
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Quinto año del gato. Día 142. (25 de noviembre)
Y habiéndome calzado las zapatillas únicamente tres veces en tres semanas tuve la mala idea de ir a Vilagarcía. Aunque cuando lo sabes y aun así vas porque debes ir, es más adecuado llamarlo
compromiso.
Vilagarcía es a la media popular lo que Berlín al maratón de élite: un caladero en el que pescar récords. Aquí hice mi mejor marca tiempo atrás, y Montse el año pasado, y éste los estratosféricos Óscar y Suso, y alguno del grupo que vino conmigo el día que fui liebre, y muchos otros. Y el domingo ayudé a un desconocido a lograrlo. Soy el señor Miyagi retirado dando la lata y también Daniel San cojeando con la pierna rota.
Los saludos, los cafés y las prisas para dejar la bolsa y buscar un baño y la foto convalidaron el calentamiento. No me dolía nada, o nada especialmente, no llovía, éramos unos cuatrocientos y pico, charlábamos en el furgón de cola agradablemente, y así noté la pereza sacudiéndose, las ganas que me entraban (¿por dónde?), que iba a disfrutar.
Arrancamos y esa energía positiva me llevó a acelerar sin esperar por Montse, Moncho o Isaías. Como a todo hay quien le gane a uno, a mi lado estaba XoseM, que no se calza las zapatillas nunca. En Nueva York yo tambén habría podido correr con los pies al aire por simple levitación, pero no aquí. En el pelotón trasero se formaron y deshicieron grupos, cada cual buscó su ritmo, el minimalista nos abandonó, coordinamos zancadas de forma natural y finalmente me encontré unido a un desconocido afable con el que congenié. No teniendo nada mejor que hacer ni objetivos propios que cumplir, decidí quedarme con él.
En ciertos puntos la gente del Atenas (sección no triatlera) nos festejaban y servían de referencia, y así en cada vuelta contaba con los ánimos de Fefa, Álex, Marta, Mar, Susana, César. En los cruces chocaba palmas con los conocidos. Hablaba con mi nuevo compañero, comprobábamos nuestros relojes, recalculábamos. Corría en esa burbuja protectora aislándome del resto, pues en el exterior aullaban los lobos: los carteles panfletarios en las farolas, el silencio y el desinterés de los paseantes.
A corta distancia veíamos a Nando, y más allá el globo de la hora y cuarenta y cinco. En persecución del primero gastamos dos tercios de carrera. Mi percepción era que los kilómetros volaban con rapidez y sin embargo parecían infinitos, como si alguien añadiese nuevos delante de nosotros, como si fuese un Sísifo muy veloz pero incapaz de terminar la tarea. Probablemente era porque marchaba atento a mi resoplante pareja deportiva.
Intentaba motivarlo. Bien perder ante adversario, mal perder ante miedo. No importa quién más fuerte, importa quién más listo. Deja que el running fluya dentro de ti.
El caso es que, sin acordarlo, ambos dimos por sentado que yo le estaba empujando para mejorar su registro (una hora y cuarenta y cuatro), y juntos seguimos con esa idea común. Sin mencionarlo, sin pedirlo ni ofrecerlo. Llegó un momento en que irse habría sido una deslealtad. Surgió así. Y ni siquiera sabía su nombre.
Encerar mano derecha, quitar cera mano izquierda. Para hacer miel joven necesita joven flor, no ciruela pasa.
Tiraba de mi compañero, concentrado, salvo para saltar frente a la cla que me aplaudía y llamaba. Alcanzamos por fin al globo. Los números cuadraban, si le restaban fuerzas para un último esfuerzo lo tenía ahí. ¡Vamos! Un hombre que atrapa mosca con palillos puede hacer cualquier cosa.
Y entonces empecé a cojear. ¡Por favor! Si problema es uno contra uno, sí, cinco contra uno, mucho para cualquiera. Pero no iba a fastidiarle el récord al amigo por una cintilla pertinaz. Cerré los ojos, adopté la postura de la grulla, se elevó la música de fondo y ya sabéis que la historia acaba felizmente y después vendrían las secuelas. Pues así, hasta meta.
Y allí nos dimos un bonito abrazo, le felicité, me agradeció, ambos nos reconciliamos con la humanidad un ratito al menos, nos presentamos: Tino, Dani. Un placer, Tino. Y todo ello sin consentimiento expreso.
Y sí, la virtud lleva implícita su propia recompensa, pero ojalá esta buena acción enriquezca mi dharma y sirva para reencarnarme en un gato con las rodillas sanas.
- ¡Qué lanzado ibas, saliste a lo loco!
- Para nada: corrí con tino.
El karma
Y después subí al podium a coger el trofeo de Montse y durante unos segundos fui criatura de luz.
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones