Lun, 04 Nov 2019, 21:29
Asunto: Re: Maratona do Porto 2019
Mi historia con la Maratona do Porto empezó en 2018, cuando acompañé a Ángel y mientras él hacía la distancia de 42k, yo me quedé con la Family Race de 15km. Como llegué bastante antes a meta que él, me quedé viendo como llegaban los maratonianos, y me enamoré de la sensación que había allí. Se vería de todo, gente llorando, riendo, abrazándose, chocando manos, levantando los dedos en señal de victoria… Lloré viendo aquello y me prometí a mí misma que algún día yo correría una maratón.
No tardé mucho en cumplir mi promesa, en abril de 2019 me enfrentaba a la distancia reina en la C42. Lo pasé tan tan bien, disfruté tanto, que quería repetir de nuevo la experiencia y de repente se me presentó la posibilidad de participar en la Maratona do Porto. Tenía meses para recuperarme y empezar un entrenamiento más constante que el de Coruña.
Los planes para participar en Porto cambiaron en las últimas semanas previas. Una intervención quirúrgica de mi madre trastocó la planificación. Pero tuve la suerte de contar con dos compañeros de viaje, Dani e Isaías. De hecho, Dani tiene su crónica de la carrera escrita en su diario, así que todo el que quiera leerla, es bienvenido a su hilo:
www.correrengalicia.co...283#595283
Ellos aguantaron
in situ mis nervios, mis inseguridades y mi retraso en la llegada. Contábamos con llegar a Porto sobre las 14.00 de la tarde, para tener tiempo de recoger el dorsal en la Expo, aprovechar la pasta party, turistear un poco y luego yo me retiraría a descansar para el día D. Pero al final por motivos ajenos a mi persona y que no tienen que ver con quedarse dormida en la peluquería, acabamos llegando a Porto sobre las 17.00. Nos pilló lluvia de camino, nos pilló lluvia en Porto. ¿Nos pillaría lluvia el domingo?
Fuimos a la feria del corredor y estuvimos visitando los diferentes stands, cogiendo fruta y batidos de proteína, que al final me vendrían muy bien porque con las tonterías, llevaba sin comer nada desde las 7 de la mañana. Allí nos encontramos con Antonio del AD Cerne Melide, estuvimos haciendo el tonto pasando nuestros chips por la alfombra de control para ver nuestros nombres en una pantalla, nos sacamos las fotos de rigor posando con los dorsales enfrente a los carteles de la maratona y nos fuimos de regreso al coche para ir a dejar las cosas al hotel.
Cogimos alojamiento en el centro, relativamente cerca de la librería Lello a la que intentamos llegar antes de que cerrase (sin suerte). Así que lloviendo (¿había dicho que llovía?) nos fuimos a cenar a un italiano recomendado por uno de los de la librería. Un italiano un tanto peculiar, con una carta bastante escasa de pasta y mucha pizza. Después de cenar regresamos al hotel, que tocaba descansar para el domingo. Esa noche soñé con la carrera, soñé que la corría y terminaba, soñé tanto que cuando me desperté el domingo con el sonido de la alarma de Isaías no sabía ni donde estaba, ni si había corrido ya, ni si no… Una sensación muy extraña.
Nos vestimos, desayunamos y cogimos el coche para ir a la zona de salida de la carrera. Tuvimos suerte para aparcar, justo al lado de la Anémona. Bajarnos del coche y encontrarnos de nuevo con Antonio del Cerne Melide fue todo uno. Nos deseamos suerte y seguimos nuestro camino buscando donde tomar café. Hasta ese momento conseguía controlar y contener la emoción, pero fue ver los arcos de la salida y ya las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos.
La máquina de café del hotel no funcionaba bien, y yo necesitaba una dosis de cafeína para espabilar y dejar de pensar en todo lo que me dolía (dolores psicosomáticos, me decía a mí misma para convencerme de que no era nada grave). De regreso de tomar el café en una gasolinera (lo único que encontramos abierto a esa hora) nos encontramos con Diegokassas y estuvimos hablando un buen rato con él. Tanto, que cuando nos dimos cuenta teníamos el tiempo justo para ir al coche de nuevo y coger las bolsas para dejarlas en el ropero.
Dejadas las cosas en el ropero, me fui con Dani hacia la salida (perdimos a Isaías momentáneamente). Empecé a trotar un poco por eso de decir que había calentado algo (tenía 42km para calentar de sobra) y a llorar otro poco más. Nos metimos en los cajones por la parte de atrás y entonces vi que por ahí no iba a conseguir llegar al mío. Tenía que salir del cajón para ir por la acera y no conseguía separar las vallas. El tiempo se me echaba encima, quedaban menos de 5 minutos para la salida así que me puse a saltarlas al otro lado. ¡A ver si te vas a lesionar! Me decía Dani. Nos dimos un abrazo, me dijo que me iba a salir bien y yo, llorando de nuevo, le respondí que no estaba tan segura. Me fui corriendo, esquivando al público que había venido a despedir a sus amigos/familiares y que no me dejaban pasar. Me puse aún más nerviosa. Conseguí meterme en mi cajón, cajón B y busqué por encima de las cabezas el globo de 3.30. Mi objetivo para esta carrera era acercarme lo que pudiese a ese tiempo. Intenté aproximarme pero era imposible entre tanta gente, así que al final desistí, me quedé donde estaba, viendo el globo de lejos. Dieron la salida, y empecé a llorar otra vez. Empecé a correr y seguía llorando. Me decía a mí misma: por favor Lauriña, deja de llorar que así no vas a acabar los 42km ni de broma.
La semana anterior a Porto, había coincidido con José (Lemos 1923) en la Pedestre de Santiago y me había comentado que su objetivo era 3.30 y que se pegaría al globo para conseguirlo. Así que intenté alcanzar el globo buscando entre los corredores su camiseta roja de Polonia para así correr juntos. Pero no lo vi, alcancé el globo y no conseguí encontrar a José. Me sentía fuerte, iba cómoda, así que pensé que podía dejar a la liebre de 3.30 detrás. Seguí corriendo y de repente reconocí la camiseta del Boimorto con el nombre de Miranda. Me puse a su altura y estuve un ratito hablando con él. Un campeón, me contó que tenía el pie roto y ahí estaba, enfrentándose a los 42 km con una sonrisa. Unos minutos más tarde lo dejé atrás y seguí corriendo.
Luego me encontré con Eva, del club de O Pino, también estuve hablando con ella. Le pregunté qué objetivo tenía para la carrera. Bajar el tiempo del año pasado. Le dije que seguro que lo conseguía, somos chicas, somos fuertes, nosotras podemos. Corrimos un rato juntas y poco a poco la fui dejando atrás.
Cada vez que coincidía que los que íbamos y veníamos estábamos separados por una mediana, me pegaba al borde para ver a Diego o a Dani. Con Diego me crucé dos veces, las dos lo animé como pude. Con Dani me crucé una, nos separaba un seto lleno de árboles pero aún así hicimos por gritarnos y animarnos.
Los km iban pasando y me encontraba bien. Iba por encima del ritmo para hacer 3.30. Cada vez que pasaba por una alfombra pensaba: ay dios, que mis amigos están viendo esto en la app de la Maratona y seguro que están pensando: ¿pero a dónde va? Que no va a aguantar, que va a romper. Pero al mismo tiempo, saber que me estaban siguiendo, que estarían comentando “la jugada” en el grupo de Whatsapp, que estarían pendientes de mi evolución, me daba ánimo y fuerza para seguir.
Llegamos al puente de Dom Luis. Lo recordaba de semanas atrás, cuando había ido con Ángel a hacer la Meia Maratona con idea de conocer mejor el recorrido de la Maratona antes de participar en ella. Esta zona ya me la sabía, cuestas, adoquinado,… pasamos la media, 21 km fuera y ya empiezo a ver gente retirada, tapados con mantas, con sanitarios atendiéndolos… Estas cosas me impresionan. Intento no fijarme mucho y seguir corriendo. Llevo ya un buen rato usando de “liebre” a un chico con una camiseta de la Maratón de Atenas. La verdadera maratón, decía el texto de la camiseta, y pienso que algún día sería bonito participar en ella. Intento mantener la cabeza ocupada para no pensar en que las piernas ya me empiezan a doler, los tobillos a quejarse y me empieza a agobiar ir pendiente del ritmo en el Garmin.
Para cuando regresamos para cruzar el puente de Dom Luis, he decidido que paso de mirar el Garmin, que seguiré por sensaciones y buscando gente a la que engancharme. El público anima bastante, le choco la mano a un speaker, me llaman súper-Laura y me sacan una sonrisa. Sigo corriendo y buscando objetivos a adelantar entre los corredores. Ahora voy a por esa chica de la camiseta con la maratón de Bilbao, ahora voy a por ese chico del Verxel, ahora voy a por la chica rubia de pelo corto, y así llegamos al túnel da Ribeira, creo que sobre el km 33, ya pierdo la cuenta. Ángel me había dicho que en ese puente colocaban a alguien disfrazado de muerte con una guadaña, así que ya iba preparada para eso. Y de repente me encuentro con que están poniendo la melodía de Carros de Fuego a todo volumen, con pantallas todo a lo largo del túnel proyectando la secuencia de la carrera por la playa. Subidón absoluto.
Salimos del puente, se ve la luz de nuevo. Me empieza a costar mantener el ritmo, en realidad ya me lleva costando desde hace unos km, de ahí mi agobio al ver el Garmin. Me voy auto-animando engañando a mis sensaciones: Venga, que quedan 10 km, esto es como una tirada por el paseo marítimo. Venga, que ya sólo quedan 6 km, esto es como ir a trotar por Elviña, piensa que estás en el monte. Venga, sólo 4, esto y nada es lo mismo. Venga, sólo 2, si fueses escuchando música serían 3-4 canciones.
La subida hacia la Fortaleza hace daño, no sólo por la subida, el adoquín, ese adoquín que tanto le gusta a los portugueses. Sigo corriendo resoplando de vez en cuando. Las piernas ya van solas, sólo pienso en llegar.
Entonces veo la rotonda anterior a la Anémona, ¡ya está hecho! Un poco más adelante veré la Anémona y sabía que Dani e Isaías estarían allí para animarme. Habíamos quedado en eso. Voy corriendo por la recta, apretando el ritmo. ¡Lo estoy consiguiendo, estoy terminando mi segunda maratón! Veo a unas chicas animando con pompones y me acerco a chocarle las manos a todas. De repente escucho a Isaías que me grita y le saludo, sigo corriendo y veo a Dani. Hago un quiebro en el que casi tropiezo con otro corredor. Nos cogemos de la mano y corremos juntos unos metros. ¡Lo estoy haciendo, lo estoy consiguiendo! Me suelta la mano y me enfrento a la última cuesta antes de la meta.
Esa cuesta la habíamos bajado por la mañana cuando íbamos hacia la salida, recordaba la marca de 42 k marcada con pintura en el suelo. Ahí está la marca, la veo, no queda nada. Levanto la vista y veo al coche con el marcador aparcado al fondo. Aunque está parado, el marcador ha seguido registrando el tiempo. Y entonces lo veo: ¿¡¡¿¿3.24 contando hacia 3.25?!?!!? No era consciente del tiempo que estaba haciendo, sabía que llevaba al globo de 3.30 detrás pero no a qué distancia.
Empiezo a correr aún más rápido, enfilo la recta de meta, la alfombra, los arcos, más chicas animando con pompones, les choco las manos, cruzo meta, y lloro, lloro y lloro otro poco más. Sigo andando, me dan la medalla y lloro otro poco. Recojo la bolsa de corredor, la camiseta de finisher y salgo buscando a Dani e Isaías. No los veo, sigo llorando. Entonces me fijo que Dani está hablando con otro corredor apoyado en unas vallas. Me acerco caminando como puedo, parezco un tentetieso. Me ve, sigo llorando, me abraza, sigo llorando. Lloré tanto, que hasta Isaías se preocupó pensando que me pasaba algo malo.
Cuando me cansé de llorar y me tranquilicé un poco, Dani me dijo mi tiempo: 3.25 (obvio los segundos). Ni en sueños pensé en hacerlo. ¡Esto merece grabar la medalla!, así que nos vamos hacia el stand donde las imprimen y me saco la foto mordiendo mi premio.
De ahí nos fuimos de regreso al hotel para ducharnos. De camino nos encontramos con José que nos contó su experiencia en la carrera. Mientras hablamos, intento estirar, intento volver a la tierra, pero estoy en una nube y no me quiero bajar. Antes de la maratona do Porto temía no disfrutar tanto como lo hice en la C42. Pues lo hice, disfruté muchísimo, reí, lloré una barbaridad, choqué manos, le grité a mis amigos para animarlos, aplaudí al público,… Cada carrera es una fiesta, así intento vivirlas, pero las maratones (ahora ya puedo hablar en plural, con
S, aunque solo lleve 2) son especiales. Ojalá siga emocionándome con ellas como lo he hecho con estas dos primeras… espero que primeras de muchas.
Gracias a todos los que me animasteis los días previos, con mensajes, en persona, no sabéis cuánto ayudan unas palabras de ánimo. Gracias a Dani e Isaías, por venir de fiesta a Porto y de paso para acompañarme
Y gracias sobre todo a Ángel, por todos los consejos, entrenamientos y carreras compartidas, por su tiempo y por estar ahí corriendo conmigo, aunque a 400 km de distancia.
Última edición por Amina o Mar, 05 Nov 2019, 13:23; editado 1 vez