Lun, 09 Dec 2019, 1:14
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Sexto año del gato. Día 147 bis. (30 de noviembre)
Mi mamá siempre dice que la vida es como una caja de bombones, nunca sabes lo que te va a tocar.
No hay Course de l'Escalade sin Marmite posterior. Recibida la gorra encargada, encontrados en el armario un pantalón, un cinturón y una camisa similares a los originales, adquiridas unas zapatillas blancas de usar y tirar, quedaba comprar en Ginebra un surtido de chocolate. Aunque era consciente de que mezclaba distintas escenas de la película.
Y es que no confiaba en que la gente reconociese el disfraz, y desde luego no los críos. No triunfaría con el pasmo y las risas del año pasado cuando descubrían al perro mordiéndome. Tendría que ganármelos con dulces, como la bruja a Hänsel y Gretel, como Michael Jackson.
Por fin me vestí. ¿Quién soy? ¿Un repartidor? ¡Grrrrr...! Eeeehhhh, ¿un pizzero? ¡Grrrrrrr...! Escribí el nombre en el dorsal pero ya consideré perdida la batalla. La próxima vez vendré de Frozen.
Y efectivamente, salvo casos aislados de cinéfilos cuarentones (a los que recompensé convenientemente), fui para todo el mundo un tipo en ropa de petimetre sosteniendo un paquete.
Pero un tipo que iba dispuesto a divertirse.
Entre miles de unicornios, bomberos, princesas, robots, astronautas, equipos completos de voleibol con red y pelota, vaqueros, supermarios, tigres, payasos, osos, jedis, piratas o conejitos, sólo yo me paraba a interactuar, departir y repartir.
Con cada niño que ponía las palmas para animar me detenía y abría la caja, y una luz salía de ella como del maletín de "Pulp Fiction", y los ojos se les volvían redondos, y era un momento mágico. Miraban a los padres, pedían permiso, me miraban a mí, y cogían un bombón. Uno únicamente. Ningún chaval (ni adulto) se abalanzó con las manos. Alguno hubo que se molestó en reordenar los restantes que había movido con los nervios, los colocó de nuevo en su sitio pacientemente y se disculpó, sin comerse el suyo hasta terminar su tarea. Y yo tan asombrado que lo dejaba hacer, todavía aturdido tras ser teletransportado al Planeta Civismo.
No mostraban egoísmo, gula, avaricia, sino sorpresa, ilusión, alegría por un regalo inesperado. No exigían; aceptaban. Y sus reacciones me conmovian.
Pero tenía que marcharme y correr, por intentar imitar la zancada de Tom Hanks. Y me acompañaban los gritos: Merci, monsieur, merci, monsieur!
Incroyable.
La caracterización, que modestamente pienso bastante lograda, no fue un éxito. La recuperación de la fe en la humanidad sí.
Y las caras de los espectadores, pequeños y grandes, cuando me acercaba y levantaba la tapa y les ofrecía chocolate, y por un instante no acertaban si era una broma, oh mon dieu, bravo, valieron la pena. De verdad.
Y ocasionalmente, por supuesto, también escuchaba las voces aguardadas: Run, Forrest, run! ¡Claro que sí!
Después de cincuenta paradas en cinco kilómetros (al trote y caminando), llegué a la meta con unas pocas de las sesenta piezas del comienzo. En España me habrían vaciado todo en la segunda y aún protestado por cualquier motivo.
Los últimos dos chocolates se los llevaron unos hermanos en la entrega del agua y la fruta. Y cuando vieron que no había más quisieron devolvérmelos.
Incroyable, oui.
Qué buena experiencia.
Mi mamá siempre dice que la vida es como una caja de bombones. Al principio está llena y crees que durará eternamente, pero antes de que te des cuenta se ha acabado. Lo importante es disfrutarla mientras podamos.
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Parecido razonable
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Última edición por DoctorSlump o Dom, 05 Xul 2020, 20:04; editado 1 vez