Mér, 12 Ago 2020, 19:45
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Séptimo año del gato. Día 37.
BBAC: doce de doce.
Rural drama. Que es como se dice
drama rural en inglés. Carregal, we have a situation.
Estaba leyendo en el sofá paletero, que es bueno y no colchoneta del Decathlon, cuando cruzó la vecina en dirección al contenedor y se paró a entablar conversación. Y así me enteré de:
Que el tipo de la esquina superior izquierda, el de los muchos animales descontrolados, ha puesto cepos. Porque el gallo y las gallinas los tiene sueltos por no molestarse en cerrarlos, y los perros atados y sin beber, porque son de caza y se las comen si les deja. Y es por eso que el barrio es un quiquiriquí continuo por el día y unos aullidos y lamentos caninos insoportables por las noches. Ruidos que a mí me alcanzan amortiguados por la distancia, afortunadamente.
Que ahora, parece, le ha venido un zorro, ladino y astuto, con aviesas y aviares intenciones, y el susodicho no ha querido recoger los bichos y ha preferido llenar la finca de minas afiladas, cuchillas ilegales. En una de las cuales ha caído Calcetines, el gato de la casa de enfrente, cuyo propìetario varón ha saltado la verja para rescatarlo, lastimado pero no grave, y menos mal que no se encontró en ese momento con el trampero.
Que ya han intentado hablar con él y no atiende a razones, que es un maleducado, un insociable, un salvaje. Y que como vaya mi marido (suyo de ella) la vamos a liar parda.
Caray, fíjate, cómo está el patio, gracias. Hasta mañana, Eva. Instruí a Penaldo y a Redford para que se mantuvieran alejados y olvidé el asunto. Ya se arreglarán, no llegará la sangre al río Tamuxe.
Salí a rodar una hora más tarde y subí por la cuesta.
De pronto, allí justo a la altura de la vivienda del elemento, tirado en el suelo, en mitad de la carretera, boca abajo, un brazo estirado, el otro doblado bajo el pecho, el rostro vuelto, completamente inmóvil, un cuerpo. Delante de mí. Un muerto.
¡Lo habían matado! ¡Como en Puerto Hurraco! ¡Y yo conocía a los criminales! Jardín con jardín, les devolvía los balones de la finca, aceptaba sus tomates.
¿Os podéis imaginar mi espanto? ¿Qué coño debía hacer? Mi escasa experiencia con cadáveres se limitaba a los expuestos morbosamente en velatorios, nunca al natural, y desde luego jamás con un asesinado. ¿Qué tenía que hacer, qué tenía que hacer?
Un minuto estuve así. Aterrorizado
Y en ese instante el difunto, contra lo que suele ser costumbre en estos casos, se movió. Ínfimamente, apenas, un gestito, una insinuación, prácticamente nada, algo inapreciable. Lo suficiente. Un pequeño paso para el hombre vivo pero un gran paso para la humanidad fallecida.
Parpadeé, miré mejor, capté la escena completa, entendí. Aproximadamente. Era alguien, no sé quién, vestido de civil y con ropas finas, no un operario, tumbado en medio del camino, dedicado en sigiloso y estático afán a hurgar a ciegas en el interior de la alcantarilla, el agujero cubierto a mis ojos con sus volúmenes, la tapa escondida tras una furgoneta después de la curva. Ignoro qué buscaba y con qué autoridad y propósito manoseaba las cloacas de la comunidad, si era el mismo sujeto de la historia principal o un secundario de lujo en otro arco narrativo.
El mundo recuperaba la normalidad, vieja o nueva.
¡La madre que te parió!, grité, y eché a correr sin aguardar respuesta.
De acuerdo, hoy no, hoy me perdió la imaginación, aunque comprensiblemente. Todavía puede haber tragedia, no, ¡no se marchen, esperen!
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones