Dom, 24 Out 2021, 19:07
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)
Tras casi año y medio de destierro, ayer, en la Nocturna 15K de Sparkland, recuperé mi condición de atleta popular.
Podría decir que fue toda una liberación, una experiencia catártica, una sanación milagrosa, pero no. Todo lo contrario. Fue poner un pie en la zona de salida, volver a ver por allí las mismas caras de siempre, y sentir como si nada hubiera sucedido, como si este tiempo de duelo y aflicción entre la última carrera y esta primera, esta larga espera, las más de las veces desesperanzada, se hubiera evaporado.
Era como volver a casa y dejar la mente en blanco tras un largo viaje en el que tantas veces anduvimos perdidos, temiendo de acabar en el hospital. Virgencita, virgencita, que me quede como estoy...
Pero fue ponerme el mono de faena y olvidarme de todo lo anterior, vivido o soñado, real o conspirado, que más da.
Andaban por allí los Jesús Bernal, con sus fotos grupales, y BaoEs, que llamó a Rubenigui y unos cuantos más, para inmortalizar el regreso.
También nos encontramos, mientras calentábamos matogroso y yo, por una zona (moderadamente) libre de aerosoles, con Lihto y Amina - ya ve usté, desde La Coru habían venido, para no perdérsela - y con ellos departimos amigablemente hasta que nos llamaron a nuestras tandas de salida respectivas.
Salían las susodichas tandas con un minuto de separación entre ellas, y a mí me correspondía la tercera. En la primera iban unos noventaitantos galgos y aspirantes de galgo, en la segunda, toda la paquetería con pretensiones (como en algún momento fue definida así en un diario célebre de este foro, hoy ya extinto), y en la tercera, en el vagón de tercera, pues eso, todos los que no nos podemos permitir el billete de las dos anteriores.
Ignoro si saldría una cuarta tanda pues, como reza el dicho, después de mí, el caos.
Y visto que cuando nos llegó el momento del pistoletazo, la gente, con razón, tenía timidez de colocarse en pole position, pues allá que me fui yo.
No sé que se me pasó por la cabeza para hacerlo, una mezcla de sensaciones yuxtapuestas, sin duda espoleadas por la euforia, a medio camino entre "un, dos, tres, living la vida loca", y, "no me jod*s Rafa, me cago en mi madre".
Y claro, la cosa sucedió como si me hubieran abierto las portezuelas de un cajón de esos que tienen en los hipódromos.
Melena al viento, de la que carezco, me hice al galope todo el Puente Viejo, desde su base a la cumbre. Y de ahí en adelante, el resto, por las laderas del Cumbre Vieja.
Sí, mi reencuentro con la competición fue toda una erupción volcánica, al comienzo estromboliana y, ya poco a poco, con el paso plúmbeo de los kilómetros, que caían como losas, un rio de fatiga incandescente que todo lo arrasaba a su paso.
Mis fuerzas estaban gastadas ya en el primer dosmil. ¿Y ahora que hacemos? Sin duda, ya nos habíamos olvidado de lo que era esto, como le dije, sobre la marcha, a Toño del Arenteiro. Habíamos cambiado el sufrimiento de no poder correr por el de correr. Aunque eso sí, estábamos inmensamente felices de poder compartir por fin aquellos instantes de tortura.
Recuerdo mi última participación en esta prueba, que realicé en compañía de Pollastre, en la que me dediqué a charlar con él de lo divino y lo humano mientras avanzábamos al trote, casi dejándonos ir. En esta ocasión, nada que se le pareciera. Y el sistema de tandas tuvo mucho que ver con ello.
De salir en cabeza y ver como te van pasando oleadas y más oleadas de corredores también se aprende, pero tarde, y mal. La sensación de irte yendo hacia el fondo pesa mucho, y le añade a tu ritmo un punto extra de incomodidad, yendo ya bien servido de esta.
A la altura de Outariz, llena de gente la pasarela, que animaba, sin importar la condición ni el estado civil, o incivil, del penitente, yo ya no daba ni un duro por mí. Ni siquiera era merecedor de esos ánimos, pues había planteado la carrera con una burricie imperdonable. Me quedaba por delante toda la pista roja, y las ganas de retirame crecían exponencialmente.
Pero de todas formas hubiera tenido que volver desde allí a casa a patita, y sólo esa idea ya, dueña y señora, hacía que mis extremidades se siguieran moviendo mecánicamente. Toda la pasión desbordada del comienzo habiendo formado ya una fajana humeante de piedra pómez y plátano chamuscado.
Había sido víctima de mi vulcanismo bananero y pagaba la novatada. Quién lo diría, un veterano como yo, curtido en mil batallas precovid...
Y bueno, como me conozco el camino como el pasillo de casa, que pude ir descontando el poco glucógeno que me quedaba, e ir dosificando con la cuenta de la vieja, para al fin poder llegar, eso sí, muerto, a la línea de meta.
Muchas luces, muchas pancartas, Terio Carrera leyéndose los dorsales de trescientos hijos de sus padres y de sus madres, bebidas, frutas, azafatas sonrientes, con opción a repetir, pero lo que yo quería era un mínimo rincón para respirar en paz y no que me volvieran a encasquetar la nauseabunda mascarilla de los coj... demonios.
Para rematar empanado2 nos saca una foto a matogrosso, que ha llegado como diez minutos antes (o más), y a mí, juntos, hombro con hombro, y nos la pasa por wasap, dicho y hecho. Y lo que veo es la puntilla. El payaso de micolor. Yo, naturalmente, el que usó detergente de marca blanca.
Es lo malo de posar. Yo hubiera preferido una a traición, como la de Freakyrunning, aunque luego pienso en el momento "echar las tripas" nada más pasar la alfombrilla de meta, y el como huí de los focos y la prensa amarillista, a la que por otra parte, yo, ni chicha ni limoná, y ahí te pudras, insecto, y se me pasa el antojo.
Pero bueno, no importa. Hemos conseguido lo que hasta hace poco parecía una quimera, regresar a las pistas y hacerlo con bien, y con aprovechamiento, como se suele decir en los diplomas de los cursillos laborales de a peseta el kilo, puesto que en nada, ya está ahí el San Martiño. Eso sí que será el examen oficial de la materia, concurso oposición a epidemiología deportivo-benéfica, cum laude y, también cum tandas, otra vez. (El horror).
Como colofón, y no habiendo hallado aún clasificaciones confiables, nada más ya me queda por hacer que dar voz al Ciripolen, que esto fue lo que cantó:
Distancia:14,60Km (quiero pensar que midió mal, como acostumbra)
Tiempo: 1:16:38
Pues eso, que un placer. Que hemos vuelto a las andadas, y que el/la/le que me busque, pues ya sabe por donde estaré. Saluditos.
Esta publicación no es un juguete, no se la dé a niños menores de 100 años. No la arroje al fuego, ni aún vacía de contenido. En caso de intoxicación accidental acuda a la mayor brevedad posible al servicio de urgencias psiquiátricas más cercano.