Dom, 31 Out 2021, 11:38
Asunto: Re: Anuario de Pollastre
Gracias Meiga y Freaky. Creía que era suficiente con indicar que finalmente la opción que resultó fue la g, pues ello llevaba implícito en sí mismo la crónica entera: la media maratón se celebró, me presenté, la corrí, la terminé, no me lesioné y cumplí el objetivo de tiempo que me había establecido, todo ello con la economía de indicarlo con una sola letra. Hay que tener en cuenta además que escribir una crónica puede ser un esfuerzo baldío, en cualquier momento alguien en un lugar indeterminado acometerá el borrado inmisericorde de este diario y de todos los demás. Pero en fin, tómese esto como un epitafio, un colofón digno con el que dar por finalizado este diario/anuario, como así va a ser.
"Réquiem por este diario/anuario: la Media Maratón de Valencia"
Como todo corredor que se precie, al presentarse a una media hay que ponerse un objetivo. Finalmente me planteé correrla en 1h40, un número redondo y un objetivo realista, asequible y razonable dado cómo fueron las semanas previas. La organización de la carrera enviaba todas las semanas un plan de entrenamiento a quien lo pidiera, en el que para correr en 1h40 recomendaba 5 sesiones y unos 50-60 km a la semana. Mucho me parecía para objetivo tan modesto, de forma que lo adapté a mis circunstancias... para al final llegar al objetivo igualmente. Los días de carrera los tengo limitados por ley a un máximo de 3 a la semana y de ahí no pienso pasar, pues mi organismo necesita recuperar y alcanza de esta manera el delicado equilibrio entre entrenar decentemente y conservar las piernas mocitas, sin lesiones y prestas a durar en el tiempo. Además la preparación estuvo plagada de incidentes, por diversas circunstancias tuve que reducir algunos entrenos, una molestia por aquí, otra por allá, por cuestiones familiares no hubo tiempo para meter más kilómetros, etc etc., de tal manera que los kilómetros semanales no pasaron en ningún caso de 30-35 y los días más largos fueron 2 jornadas de 18 km y otra de 14. Y con este bagaje, aparentemente escaso, me presenté en el lugar de los hechos.
El día de autos tocó madrugón de espanto, pues un servidor necesita al menos 3 horas para digerir adecuadamente el desayuno y espabilar las piernas. Me presenté con una hora de margen en la zona de salida, una explanada enorme de acceso restringido sólo a los participantes, con tiempo más que suficiente para dar un paseo y ver el ambiente.
Al poco rato, como es natural, vinieron las inevitables ganas de ir al baño. No debería haber problema, pienso, pues la organización nos presentó unas semanas antes el protocolo anti Covid, entre cuyas medidas destacaba sobremanera el aumento del ratio de WC por participante, pensando sin duda en la salud del corredor, así como en la adecuada higiene de las instalaciones circundantes.
Mientras esperaba en la cola del baño, a las 8’30 en punto se efectuó la primera salida, la de los dorsales amarillos. Allá que va la chica etíope a pulverizar el récord del mundo, algo que ya se ha convertido en costumbre en esta carrera, bajando de 1h03, una barbaridad espectacular que muy pocos hombres son capaces de realizar.
En el momento en que el speaker anunciaba esta salida, los dorsales verdes, que éramos los siguientes, empezamos a tentarnos la ropa. Sólo quedaban 15 minutos y la cola del baño no remitía. Adiós al calentamiento, siempre importante para empezar a ritmo desde el principio. En un momento dado, faltando poco más de 5 minutos, se produjo la desbandada general, los siguientes en salir abandonamos la cola y nos apresuramos a aliviar nuestras necesidades más perentorias donde buenamente se podía, sin distinción de sexo ni condición, obviando cualquier norma de urbanidad y el más mínimo pudor o recato. Hombres y mujeres de todas las edades consideramos que cualquier sitio era bueno para un acto fisiológico tan natural, orinando al lado mismo de los urinarios pero por la parte de fuera, detrás de unos contenedores o en medio de la explanada, con la única limitación de no salpicar a la persona de al lado. Un espectáculo poco edificante, hay que reconocerlo, aunque muy adecuado para el alivio vesical, y del que afortunadamente no quedó testimonio gráfico (que se sepa).
Me dirigí a continuación a la línea de salida, colocándome lejísimos como ya es costumbre, aunque en este caso no iba a ser mayor problema, la salida era amplia y la carrera transcurría por calles anchas y avenidas, no debería haber un atasco exagerado ni una pérdida significativa de tiempo. Y allí estábamos todos esperando la salida, mascarilla en ristre, sin duda pensando “tú también te has dado cuenta de que esto es una tontería, ¿verdad?”. En fin… En cuanto cruzamos el arco ya podemos quitarnos la mascarilla, aunque viendo después las fotos de la carrera, al parecer hubo algún corredor, animoso y sufrido, que llevó la mascarilla todo el tiempo. Doy por hecho que había tenido anteriormente alguna mala experiencia con el Covid y por tanto procedo a respetar su actuación sin más consideraciones.
Dado que nunca había corrido una media , la idea era ser prudente al principio, empezar los primeros 3-4 kilómetros algo más lento del ritmo objetivo, luego ponerse a ritmo objetivo y los últimos 4-5 apretar si se podía. Con esta idea en la cabeza empecé relajadamente, aunque debido a la falta de calentamiento los primeros 2-3 kilómetros se fueron de madre, lentísimos. A partir de ahí, ya con las piernas calientes, me puse al ritmo base de 4'40-4'45 y empecé a adelantar gente, como suele ser habitual. Los kilómetros transcurrían en general con buenas sensaciones, las calles que en el subconsciente parecían largas, dado que ya las conocía, en la realidad las pasé con cierta rapidez y alegría, casi no me acuerdo de ello, con esfuerzo pero controlado. Así las cosas, con el retraso inicial, el primer 10k transcurrió en 48'53. Visto en perspectiva, sin duda en el primer tramo perdí más de 1 minuto, porque el segundo 10k fue en 46'50. A partir del 16-17 ya se empezó a notar que esto era una carrera larga. No era muy consciente de cuál podía ser el tiempo final, pero al pasar el kilómetro 19 en 1h30’54 me di cuenta de que no iba a ser posible bajar de 1h40, era mucho correr para el estado de las piernas en ese momento, y bajé algo el ritmo, casi inconscientemente. La recta final era una señora recta de 1,5 km, la meta se veía lejísimos y no llegaba nunca, las piernas pedían clemencia, pero en cualquier caso ese tramo final fue el más rápido de todos, con un último kilómetro en 4’20, para marcar un tiempo final de 1h40’30”. Bien está lo que bien acaba.
Una vez terminada la prueba, la organización, siempre pendiente de nuestra salud, nos proporcionaba una mascarilla, que volvía a ser obligatoria, pues es bien sabido que el virus es muy inteligente y espera pacientemente a que cruces la meta para empezar a contagiar, después de 21 km regando las calles de Valencia de secreciones nasofaríngeas de todo tipo. También nos proporcionó plátano de Canarias, tan de moda, bolsa de mandarinas y otros ágapes, además de la consabida medalla de finisher.
Por mor del Covid no había servicio de fisioterapia, algo que en ese momento no eché de menos pero sí al día siguiente, con las piernas para el arrastre. Un masaje de piernas post carrera es muy útil para la recuperación, aparte de la siempre sugerente posibilidad de que dicho masaje fuese proporcionado por una fisioterapeuta lozana y esbelta, si bien este no es momento ni lugar para este tipo de consideraciones, que superan claramente los límites de lo deportivo y la ética profesional.
Este es, pues, el epílogo a este diario/anuario, que aquí termina, y en memoria de esta página en general, próxima a fenecer. Muchas gracias a todos los que en un momento hayan pasado por aquí, sean felices y continúen haciendo lo que les gusta, mientras el cuerpo aguante.