Lun, 02 Mai 2022, 17:51
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)
Hacía ya 3 años que no corría en
Porriño, y se notaron.
Sin embargo, no recuerdo yo nunca haber tenido la sensación en esta cita, tradicionalmente de cuchillos largos, con mucho plusmarquista atraído por un trazado llano, aunque en extremo vertiginoso, de ser recibido con los brazos abiertos.
Y en buena parte, de ello tuvo culpa el anhelado reencuentro con el
Doctor Slump. Faltaría a la verdad si no reconociera que, aún en esta plandemia que da ya – dicen – sus últimos coletazos, transgredimos las buenas costumbres, y nos fundimos en un mar de besos y abrazos, que casi ocuparon todos los prolegómenos (de la carrera). Tanto es así que casi nos olvidamos de calentar, e incluso dudando mucho de que fuera a ser necesario, tales eran las efusiones, pero aún así me reservé al menos unos sobrios diez minutos para este trámite inexcusable, vacuna de la lesión y sus espantosos efectos secundarios.
Pero no, no fue fácil desprenderse de la compañía del Doctor, máxime después de tanto tiempo, y menos todavía, al ver del porte y la galanura que gastaba, ataviado con su flamante camiseta de asas del maratón de Boston, azul que tu bordaste en “Roly” ayer, a juego con los “Zico”, ya de por sí de elegancia contrastada. El Doctor es mucho Doctor.
Sin embargo, el día, climatológicamente hablando, no era de los mejores que ha conocido esta carrera. Estaba plomizo, gris, de canas rebeldes, y de no querer muchas fiestas, igualito que mis piernas.
De modo que me fui al último cajón y salí con la mente puesta en cumplir, y aquí paz y después gloria. Y para sellar ese pacto de no agresión general, choco las cinco con
Basi, y palmadas en la espalda a tutiplén. Efusivamente, por supuesto.
Lo que no contaba yo es, en la revuelta primera de la gasolinera, ver a nuestro felino amigo tan abandonado a los ritmos trotones del pelotón en su versión más sandunguera. Yo que lo hacía ya bastante por delante. ¿No quería competir? ¿Había enterrado para siempre ya la archirrivalidad? ¿Encontró en los Boston buddies al amor de su vida?...
Ese misterio se despejó poco antes de finalizar la primera vuelta (de un total de dos), donde empezaba a ir yo ya un pelín tocado de más. Tanto era así que temía incluso más por ser doblado por la jauría de galgos que por el grácil adelantamiento, suave, etéreo, esponjoso, del felino corredor.
Llevaba en las suelas de sus zapatillas todavía la tintura del asfalto bostoniano, y se notaba. Demasiado carrete para las mías, atascadas tantos días en la lesión y el covid.
Y pues, a partir de ahí, sabedor de que no tenía respuesta a su ataque, busqué desesperadamente la archirrivalidad de desconocidos, de dorsales anodinos, transeúntes anónimos de la larga hilera, casi infinita, de atletas corrientes (pues eso es lo que hacen, correr), pero ninguno de ellos acababa de contentar mi exquisito paladar. Solo al final, en los dos últimos kilómetros, llegué lejanamente a entablar ciertas hostilidades con alguna gente que se venía para atrás, pero que al verse atrapada sacó las uñas. Claro que yo ya no estaba para alegrías de ninguna clase. No tenía mi día, e incluso llegué a imaginarme, si forzaba un poquito de más la oxidada maquinaria, citado en las páginas interiores de algún periódico local, de distribución gratuita, afirmando de mí que en algún que otro momento, me “había sentido indispuesto”.
Así que, en esos últimos momentos de furia, a los que ya me había desacostumbrado por completo, decidí que jugaría los minutos de la basura. Minutos con más tesón que tensión, para ser sincero. Velocidad de crucero a meta, piloto automático, y santas pascuas.
Ni saber quiero la cara con la que entré en meta, que ya lo dirán las fotos, y eso si logro distinguirme entre los semáforos cerrados de la calle.
Cogí la bolsa, esta vez sin pedrusco, con el que dudo mucho que hubiera sido capaz de cargar, y me fui junto a
matogrosso, a reponer fuerzas mientras él daba sus últimas pinceladas a la película de la jornada.
Y allí, que me estaba cambiando la camiseta sudada, y que me cuidaba yo de no resultar en exceso turbador o provocativo para con el ganado femenino que deambulaba por tan concurrida vía, no se fuera a producir una avalancha de muchedumbres enfervorecidas, una violación grupal, una caravana de mujeres en busca de
Plan (en el pirineo aragonés), todo lo más que logré atraer fue la presencia de
Alberto73.
De nuevo, besos y abrazos (reléase el episodio con el
Doctor). También es coincidencia, con la cantidad de chicas que acuden a la interruning (en castellano antiguo)… Y en fin, que con esta harina tenemos que hacer pan. Nos dijimos lo mucho que nos habíamos echado de menos, y lo mucho que nos alegrábamos de vernos de nuevo por estos caminos (tortuosos) del señor. La tónica general del día.
Y tras esta ronda de cariñitos finalizado el acto (deportivo), nos despedimos de un
O Porriño más otoñal que primaveral, y regresamos a
Sparkland, donde parece que por fin se empieza a asomar ese sol suyo tan característico, y al que ya también echábamos de menos en nuestras vidas. Ni contigo, ni sin ti.
Esta publicación no es un juguete, no se la dé a niños menores de 100 años. No la arroje al fuego, ni aún vacía de contenido. En caso de intoxicación accidental acuda a la mayor brevedad posible al servicio de urgencias psiquiátricas más cercano.