Mér, 21 Set 2022, 17:25
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)
Os preguntaréis ¿qué pasa con Papa-Léguas que no escribe? ¿La princesa está triste? ¿Qué tendrá la princesa?
Todo culpa del Fary.
Sí, amigos, el verano había sido pródigo en bienes y mieses. Los monos aulladores, aún prietas y retorcidas las ramas del árbol, habían vuelto a florecer y dar sus frutos. Y varios canastos se llenaron con lo que sobró de ellos.
Pero terminó lo que ni mal ni bien había empezado, y con la cruda realidad de Sparkland en la mano, las buenas costumbres se fueron abandonado, echándose todo a perder.
Inesperadamente, sin embargo, unos días de parada laboral, por falta de inteligencia (artificial), los tan disputados chips, que medio mundo se los rifa, vinieron a socorrerme, y un corto y efímero regreso a la disciplina arousana me permitió restablecerme por completo. O eso creía yo.
Sí, en aquel momento aún no lo sabía, pero dentro de mí ya portaba la semilla de la lesión. El último día por tierras del Salnés, una pequeña molestia en la cadera llamó a mi puerta, y se sentó a mi mesa, y comió de mi pan, y me habló con voz tierna, pero al mismo tiempo asertiva, de tener una vida en común, de hacer planes juntos, de salir a pasear, explorar el mundo, comer palomitas en un autocine, y tal vez precipitadamente, de presentarme a sus padres, el sedentarismo y la glotonería.
El último domingo de hace dos semanas era la carrera de la Universidad - una de las seis que componen el circuito CorrendoxOU, y el cual tiene por deber inexcusable el completar cinco de ellas, para que se te obsequie con sólo dios sabe qué pijada a su conclusión en noviembre - y aunque yo no estaba de acuerdo, ella, esa molestia de la cadera, se empeñó en que la llevase conmigo también allí.
Al principio del calentamiento todavía pensaba que se estaría quietecita y que no daría mucho la lata, pero iluso de mí. Cinco kilómetros de sube baja, rompepiernas, a ritmos endiablados, con archirrivales saliendo hasta de debajo de las piedras… Era imposible salir vivo de aquella ratonera. Y aun así mal que bien, resultó en la mejor de mis actuaciones en lo que va de postpandemia, muy cerca, rozándolo, de ser conejo, o lo que es lo mismo, clasificarme en la mitad superior, supremacista, de la tabla.
Un caramelo demasiado goloso para ser uno capaz de resistirse, y así, en el último repecho, y en la última recta, mi cadera comenzó a arder y a descomponerse en sus partículas elementales, y a emitir rayos, truenos y centellas, y todo tipo de descargas ionizantes, oxidativas e insecticidas. La aniquilación total de la razón práctica, y una cojera de espanto.
Y así he estado este tiempo hasta la fecha. Sin poder mover ni un dedo. Sin asomarme siquiera a la puerta, con dolores perpetuos. Y, claro, como ya he dicho anteriormente, refrenándome muy mucho de venir aquí a lloriquear por las cuatro esquinas, cosa que me reprobaría con dureza, por blandengue, el Fary, y por extensión su máximo representante en la Tierra, la señora Minducha.
Así hasta, ayer, que, por fin, valientemente, me atreví a probar, a investigar, lo que las llamas habían calcinado a su paso, y si todavía era posible salvar algún mueble, o el arcón con las cartas del abuelo desde el África española. Una mili en el protectorado del Rif que está siendo esto.
Lesionarse es un marrón gordísimo. Es vérselas cara a cara con la eternidad de un aburrimiento sin fin. Asistir a la propia disolución en medio de la nada. Quedarse a dos velas. Una sopa fría. Como diría León en Blade Runner, film de culto, sentir picor y no poder rascarse.
Y, sí, lo adivinasteis, la probatura salió rana. Seguimos atrapados en la arista norte del coloso helado, y con mal pronóstico meteorológico. Sin víveres ni oxígeno… Una momia de los Andes.
En realidad, no sé para qué os cuento nada, si lo único que os importa es lo de la reina de Inglaterra, y lo que iba a ser de los diamantones que llevó con ella abrochados al pijama de madera, uno en el cetro y otro en la corona, y a los que el emérito no les quitaba los ojos de encima. Ojos de cordero degollado por el rito halal. No, cuatro mil millones de telespectadores, including myself, no pueden estar equivocados…
¡Pues, fíjate tú, que un funeral así es lo que yo querría para esta lesión del demonio!
Hablábamos de monjes budistas...
Esta publicación no es un juguete, no se la dé a niños menores de 100 años. No la arroje al fuego, ni aún vacía de contenido. En caso de intoxicación accidental acuda a la mayor brevedad posible al servicio de urgencias psiquiátricas más cercano.