Ven, 28 Ago 2009, 11:42
Asunto: Otra historia de verano
- A sus puestos, dijo el juez de salidas…
No sé, debería de sentirme nervioso. Debería de estar realizando ese movimiento reflejo que hacemos el 90% de los atletas mientras esperamos a que den la salida. Ese gesto de soltar piernas con una sacudida rápida y alterna que cuanto menor es el nivel, más aparece. Unos le llaman miedo.
Me siento raro, extraño. Creo que he hecho los deberes. Llego en mi mejor estado de forma. En la mejor forma en la que he estado en mi vida. Es más, creo que me va a costar el volver a alcanzar este estado de gracia en los años venideros. Sí, quizás es que me voy haciendo mayor y uno ya no recupera como antes.
Y ahora me encuentro aquí. En la línea de salida. En la que quizás sea la prueba más importante de mi vida. En la gran final.
- Y no me encuentro…
Me he levantado temprano, como siempre antes de una gran carrera. Ducha rápida y desayuno. Café, zumo, tostadas, fruta. Nada diferente a un día cualquiera. Que envidia me da ver a los lanzadores esquilmando el buffet.
He salido a trotar por los alrededores del hotel. Me he cruzado con los más madrugadores. He intercambiado miradas con ese que va de tapado. La he mantenido más tiempo antes de esgrimir esa falsa sonrisa con la que nos saludamos los que no tenemos el mismo idioma. Más falsa que un patacón de madera.
Es curiosa la relación de miradas que te puedes llegar a encontrar en este deporte. La mirada esquiva, la huidiza, la intimidante, la penetrante, la mirada perdida del que se sabe perdedor, la agresiva de quien sale a por todas, la desencajada…
Mañana analizaré la mía cuando me vea por la tele. Porqué con los años he perdido esa vergüenza a ver mis carreras y analizar mis defectos.
- Y ahora creo que mi mirada está en otra parte…
Después he llegado al hotel. Me he vuelto a duchar y he bajado a la sala de descanso de la primera planta a leer la prensa.
No me concentro, solo miro las fotos.
El tiempo en los hoteles se te hace largo y más el día de competición. Menos mal que tengo masaje a la 1 y a las 2 hemos quedado un grupo para comer.
El masaje ha sido suave. No quiero mallar más las piernas. Soltar y punto. No obstante me han puesto esa maquinita milagrosa en el tendón de Aquiles. Ese tendón que me trae por la calle de la amargura. A ver si parando 3 semanas se me pasa el dolor de una vez.
Lo bueno es que te acostumbras a vivir con dolor. Es cierta esa creencia de que los deportistas tenemos muy alto el umbral del dolor. Yo, al menos.
Con los años he aprendido a controlar los nervios. Creo que nos ha pasado a todos. Pero todavía siento en el estómago esa opresión que solo desaparece cuando empieza el calentamiento. Es como un interruptor. Me quito el pantalón, me pongo las mallas, me embadurno de esa crema milagrosa, maloliente y me conecto a la competición.
La comida no ha sido nada sabrosa. Odio la pasta a pelo. Odio las comidas que la gente asocia a los deportistas. Pero es lo que manda el guión. Un poco de pasta, un poco de pescado hervido, una fruta, agua y café. Siempre lo mismo antes de competir. Siempre.
La siesta es sagrada. No duermo. Repaso mentalmente la carrera ideal.
Salgo en el grupo, me coloco en el medio, siempre con salida a la calle dos, miro el paso por el 400, adelanto dos posiciones, me mantengo, sigo con salida. Llega el mil, me encuentro cómodo dentro de lo que cabe. Se rompen las hostilidades, siempre algún tocapelotas tiene que ponerse a tirar en el mil. Pero no importa. Suena la campana, voy colocado entre los 5 primeros. Llegamos al 300 y ya no me reservo. La carrera va lanzada y estoy, no me he ido. Ultima recta. Voy pletórico. Meta.
Nunca me ha salido una carrera así. Esa carrera ideal no existe y menos en un gran campeonato.
- Y ahora estoy en la salida. Malas sensaciones pero grandes esperanzas…
La semifinal fue un tormento. Corrí encerrado todo el tiempo. Nervioso, alterado. Nunca vi la salida y cuando me di cuenta quedaban 100 metros.
Me clasifiqué por tiempos y la prensa escrita se cebó. Que si siempre pasa lo mismo, que si no sabemos competir en la alta competición, que si patatín, que si patatán. Cansinos. Los demás también corren y cada vez más.
Ya no somos una potencia. Pero la gente piensa que podemos vivir de las rentas del pasado. ¡Coño, que estoy en una final! Pero no les llega. Me agotan.
- Suena el disparo. Alea jacta est
