Lun, 23 Nov 2015, 23:54
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Segundo año del gato. Día 139. (22 de noviembre)
El triunfo de un amigo y el fracaso de un enemigo son dos polos que se besan. ¿Y destrozar (deportivamente) a un archienemigo? Pues no, eso ya es otra cosa, que no hay archirrivalidad sin cariño, y ver a tu compañero de desafíos hecho unos zorros te deja un poso agridulce, incluso un cierto sentimiento de culpabilidad inmerecida, y casi termina por aguarme la fiesta con esa mezcla de alegría y tristeza, orgullo y vergüenza, recochineo y contención, melón con jamón. Y no es que no se lo estuviera buscando, que ya sabemos que cuando se juega al juego de tronos gatunos sólo se puede ganar o morir, pero aun así. Ánimo, Nando, que me haces falta, que yo sin retos me quedo cojo y con fascitis.
Y todo salió sin querer. Porque si bien el recorrido de Vilagarcía es favorable, César me veía ya pasado (fijaos si he mejorado últimamente que hasta tengo picos de forma como los pros) y por tanto no pensaba intentar nada extraordinario. Acompañar a Juan, vigilar a Nando, comparar este público con el de Ourense, reírme de los madridistas del foro, quedar a comer después. Van unas treinta medias hechas y ya no me pongo nervioso ni tenso, una jornada como otra cualquiera en la oficina del running, y dando vueltas por la casa me acosté a las tres de la mañana. Sin apenas dormir, sin Reflex, sin beber, sin croissant, estoy intentando entender la receta para repetirla. Muchísimos conocidos, una macrofoto espectacular, un gran ambiente previo, el día perfecto para correr, una prueba montada por amigos, los globos llevados por Mary, Su, Josiño, Manu, tiojuan. El último medio maratón homologado del año. Algo de todo eso sería. Y por supuesto Nando, poseído por el espíritu de Piqué.
Así que arrancamos, desde atrás
as usual, vi que Papa-Léguas iba a tomárselo con calma y me acerqué al globo de 1:40'. Recibimos tres o cuatro aplausos en los primeros metros, más que en toda la San Martiño, y zanjé el debate, no hay color. No hay muchos espectadores en Vilagarcía, pero los que están están a lo que están, animando y no desanimando, con la esperada mayor concentración en la zona de meta, y con pandereteiros y gaiteiros en varios puntos, y las infatigables cheerleaders Cova y Susana, no habrá un solo participante que no les haya agradecido lo que hicieron. Con este acompañamiento, el tiempo fresquito que tan bien me viene, el circuito a dos vueltas, adelantando o cruzándome con habituales, los gritos y saludos de las liebres, realmente estaba disfrutando de la carrera y pensé ¿por qué no?, éste es el momento adecuado. Pasé a Manu y sus satélites, iba como si hubiera nacido para globero, de bien y cómodo y atento a todos, enhorabuena. También dejé a Nando. A partir del kilómetro cuatro ya no iría nunca por encima de 4'27". Avisado por los zumbidos del Garmin 310, que sacude calambrazos a los que todavía no estoy acostumbrado, veía que mantenía el ritmo sin dificultades aparentes.
Me encuentro con Norris, rodamos juntos un rato y nos vamos dando relevos amistosos para un observador externo, y hachazos de guerra para nosotros. No estoy seguro de si se frena por un colega o es que le falta monte para subir, pero el caso es que esta vez sí me despego y continúo solo, hacia la gloria en forma de un niño que se desgañita, ¡campeones, vamos que podéis, ya falta poco!, y pone la mano para palmear, la carrera está salpicada de enormes entusiastas que nos ayudan, y siempre Cova y Susana en la cima del voluntariado. Manolo, Celina, Enrique, María están entre el público, y César entre los colaboradores, me siento en casa como en la Interrunning, y las piernas responden. Y en el kilómetro nueve veo a Juan, a quien suponía atrás. Va bien, va muy bien, pero no me sigue el ritmo, no diremos que infernal pero sí sabrosón, que llevo.
Normalmente voy de menos a más, la primera mitad tranquilo y luego apretando, como si hiciese un largo calentamiento y un 10K de competición, pero ya estoy yendo bastante rápido así que simplemente aumento un poco, progresivo, o eso quiero hacerme creer para no ponerme nervioso, es como si pretendiese correr sin que lo supiese el cuerpo, qué va, si vamos despacio, no te preocupes, y empiezo a clavar kilómetros a 4'19", tres seguidos, y luego 4'17" y 4'14". Y todo el rato calculando en cuánto puedo acabar, estoy haciendo recorrido a mayores y tengo que reajustar, pero igualmente me salen unas cifras imposibles, no muy lejos de la hora treinta, ni en sueños, bueno, en sueños sí. Pediría que me pellizcasen pero nunca me pareció una prueba concluyente de vigilia, y además no tengo tiempo.
Y a todo esto, si tan veloz voy, ¿dónde está el globo de 1:35'? Me cruzo con Moncho, con Basi, con Isaías, y me dicen que muy bien, pero no saben cuán exageradamente bien precisamente porque llevo siempre delante de mí esas liebres, esos guepardos. A lo lejos veo unas manchas azules flotando, míralos, a falta de archienemigos decido ir a por ellos, aunque sin muchas esperanzas. Motivación para el pobre, motivación necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto (en reposo). César pasa en coche y me dice que puedo pillarlos. Lo dudo, pero algún provecho sacaré de la persecución. Hago el diecinueve y el veinte a 4'12", y no hay manera. Claro, ellos son muchos, de las tardes de sofá y ciclismo aprendí que el pelotón siempre es más rápido que el individual, y además tienen helio, pueden poner voz aguda y acelerada, a ver quién compite con eso.
Y ahí se me acabó la gasolina. El último kilómetro de Vilagarcía se disfrazó del treinta y ocho de Berlín, el hundimiento, la hecatombe, el horror y otras palabras con hache. Pasé por nuestras dos chicas favoritas haciendo gestos de
c'est fini y temiendo echar a perder todo el trabajo. Los globos se iban frenando y eso me dio algo de fuerza, y aunque no los alcancé apreté y a base de corajina minimicé el daño y todavía registré 4'27" en el veintiuno y 3'54" en los casi cuatrocientos metros finales. Rediós. Con el rabillo del ojo miré el reloj. 01:33. Doble rediós. Pellizcadme ahora, buenas mozas. En realidad es 1:33'57", pero redondeando es unotreintaytrés, así todo junto. He bajado mi marca en más de cuatro minutos y medio. ¿Cómo ha ocurrido?
Estoy tan sorprendido, tan gratamente sorprendido. Flotando sin helio. Pienso en retirarme, en que le pongan mi nombre a una calle, en donar mi cuerpo a la ciencia. Hasta que veo la clasificación y resulta que quedo en la segunda mitad, hago una carrera meteórica y soy hámster. ¿Pero esto qué es? Le quitáis las ganas a uno de batir récords. Y entonces (quiero decir, mucho después) llega Nando, que también ha hecho marca personal, y se entera de que le he sacado más de ocho minutos, y se derrumba. Normal. Jugó con fuego y se quemó, despertó el tigre que hay en mí. Qué más da que me gane el cincuenta y tres por ciento de los participantes si le he asestado un golpe definitivo al archidesafiante. Tanto que ni ha subido las fotos al facebook todavía, me parece. Como conceder el hoyo en la Ryder Cup, como ofrecer tablas en las simultáneas, pienso en proponerle un empate técnico de los suyos, pero me da la risa. ¡Ocho minutos! Lo que tarda la luz del Sol en llegar a la Tierra, ésa es la distancia que me separa de Nando. Me siento al lado de sanmikel en la comida, ocupo dos taburetes de hinchado que estoy, le comento la hazaña, le pregunto su tiempo por mera cortesía... y me ha quitado casi un cuarto de hora. Nando, hazme sitio que me tiro ahí contigo en el suelo. No te vengas abajo. No te vengas pero tampoco te vengues. Te nombro archienemigo del mes, va.
El gato de hoy anda escondido por ahí.
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones