Mér, 18 Nov 2020, 20:33
Asunto: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Séptimo año del gato. Día 131. (14 de noviembre)
Puesto que no conocía a nadie que hubiera visitado Luxemburgo, decidí ir a comprobarlo por mí mismo. En una época en la que no estuviera el mundo entero ya descubierto quizás habría sido explorador. Y ahora que sobran los dedos de una mano para contar los destinos abiertos y no se deben despreciar, busqué un vuelo barato y no me lo pensé. Abiertos a turistas, abiertos de hostelería, abiertos para respirar. ¡Volver a ver las caras por la calle, los rostros al aire! Era como una brisa de primavera, como el olor a tierra mojada tras las primeras lluvias.
Con el tamaño de Bizkaia y el ánimo de ese alumno que siempre se presentaba a delegado de clase, no hay historia reciente en la que el Ducado no se haya involucrado: fundador, promotor o firmante del Belux y posteriormente el Benelux, y la CECA, o el tratado de Roma, las Naciones Unidas, la OTAN... Antes de Luxemburgo, todo esto era campo en Europa.
Y con la mitad de la población extranjera, no es extraño que el fin de semana acabase hablando con madrileños, portugueses, rumanas, salvadoreñas, barceloneses, mexicanas, franco-colombianas, japonesas y gentes de tribus sin identificar.
Como el grupo de la meseta me invitó a vino, tabaco y conversación la noche del viernes, el rodaje del sábado temprano quedó aplazado para la tarde, tras el
free tour y la comida. Y corrí por la senda del río Pétrusse, pisando con cuidado y placer las hojas caídas, saludando, pasando junto a la pista de patinaje o cruzando bajo los puentes, y girando cerca del Alzette, en el barrio de Grund.
Mas el cuerpo, que es animal de costumbres cuando éstas le convienen, no quería hacer ejercicio en horas en las que normalmente dormimos (él y yo) la siesta en casa. Y engordó y engordó y se tornó pesadísimo, una carga insoportable, y apagó mi entusiasmo y consumió mis energías en la tarea de arrastrarlo. Al cuarto kilómetro abandoné y tuve que caminar penosamente de regreso al alojamiento/alejamiento.
De modo que el domingo, en compensación, aprovechando el transporte público gratuito (el único país, por lo que sé) y cuidando de no salirme de las fronteras en un exceso, llegué al pueblo de Berdorf y empecé una hermosa ruta de senderismo hacia Echternach. Donde encontré a una tokiota que vestía las mallas del maratón de Nueva York, con sus seis
majors en la mochila (figuradamente).
Y en el Chalon de Thé, un fantástico café gatuno, jugué con la bichería felina hasta cansarme. En Luxemburgo tienen tres idiomas oficiales y al menos otros cuatro muy extendidos, pero allí me podíais ver maullando.
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones