Mar, 07 Xuñ 2022, 17:50
Asunto: Re: El Correo Papalegüense (edición online)
La reentrada en el mundillo de las carreras me está machacando.
Así es. Permítaseme el pliego de descargos.
En estas dos últimas semanas de hecho me las he visto y me las he deseado para salir con bien del encadenamiento de dos sábados consecutivos de nochecita toledana atlética.
Mucha brasa pa’l cuerpo después de los dolores de la plandemia.
Nunca le vinieron bien aguas tan torrenciales a los campos agostados por tan prolongada sequía, y mis piernas, que a duras penas se mantienen enteras, dan buena fe (o más bien mala) de ello.
Otra cosa es que las haya disfrutado como un enano, aún en el papel de NPC (non playable character) que por mi laxa condición me toca asumir en el grueso del pelotón de teloneros, quitándome, reprimiéndome, de jugosas y muy tentadoras archirrivalidades.
En la correspondiente al circuito Correndo*OU del barrio del Couto, de hecho, a punto estuve de echar pie a tierra (es un decir), en las estribaciones finales de la temible cuesta medianera, molto longa, de no ser porque en ese mismo momento el rumor de un lejano trueno gutural señaló, como caído del cielo, el rumbo inequívocamente victorioso de los merengues en Saint Denis, susurrándole ya poco caballerosas proposiciones a la Orejona. Esto, y solamente esto, me permitió terminar la carrera con paz de espíritu.
Y esto me llevó a inscribirme en la mítica Celanova.
Si bien la semana que le habría de preceder no fue en absoluto propicia. En la noche del jueves al viernes, en planchando la oreja, y mientras pasaba de un sueño al siguiente, ambos de secano, sucedió no obstante que, al ir a estirarme, como perro viejo que se abandona al calor de la chimenea, el gemelo derecho se me subió a la chepa.
Menudo penar fue de ahí en adelante la tensa espera por la hora de la carrera, sin saber en ningún momento a ciencia cierta si podría participar o no. A gastos pagos y teniendo que conformarme con ver los toros desde la barrera - o como mal menor grabando un vídeo, que, con noche cerrada, suele darle poco alimento al teleobjetivo - pues ese era mi pronóstico médico, por lo pronto tirando a amputación.
Pero a las dos horas (o así) del comienzo de la feria y fiestas, se debieron alinear de tal manera los astros que mi marido dejó de roncar. Y me dije, si un Nadal artrítico puede ganar la copa de los mosqueteros con un pie a la virulé, yo no voy a ser menos.
Naturalmente los cuarenta y dos minutos y pico que me llevó completar la prueba (de esfuerzo) consistieron básicamente en caminar sobre el alambre del descalabro total. Con un ojo puesto en el indicador luminoso de avería gorda, y otro en la no menos pesarosa tarea de minimizar los daños morales causados por mi derrota ante rivales teóricamente inferiores, que a partir de esa fecha y con carácter oficial, ya no lo son.
Solo a última hora, y con la competición moribunda, y todo el pescado vendido, pude mínimamente ejercer de cazador-recolector. Básicamente la prueba y degustación.
Afortunadamente tengo de nuevo esta semana, otra vez en sábado nocturno, la oportunidad de redimir tantas y tan infamantes afrentas, pero mis piernas, la derecha por enfermedad profesional no reconocida, y la izquierda por falta de ayudas a la conciliación, y en general el todo Yo por acumulación de padecimientos gerontológicos, no sé si tendremos que acogernos a la incomparecencia.
De hecho, a mayores, la San Xoán de Oliveville brilla en el horizonte con el resplandor de sus miles de fogatas heréticas, y estoy todavía deshojando la margarita, que, de tanta cana al aire, casi ya va calva del todo.
Y a eso súmesele también, que lo de andar como pollo sin cabeza de acá para allá, me sale por un ojo de la cara, que esto ya casi es peor que el vicio de las tragaperras.
Las carreras nos han devuelto, eso sí, lo mejor que tenían. Los buenos ratos con los correlegas.
En la imagen,
matogrosso,
Seijo y un acoplado que se vino a hacer la foto. Pódium de la categoría guerrillera. Cortesía de
Pablo Feijóo.
Esta publicación no es un juguete, no se la dé a niños menores de 100 años. No la arroje al fuego, ni aún vacía de contenido. En caso de intoxicación accidental acuda a la mayor brevedad posible al servicio de urgencias psiquiátricas más cercano.