Wed, 09 Jun 2021, 12:31
Post subject: Re: El diario gatuno de Slump
Cuaderno de bitácora. Séptimo año del gato. Día 334. (5 de junio)
Redford no está ni se le espera, ay, pero las redes sociales locales, administradas por mis vecinas, han lanzado el maullido nocturno, la catseñal, y vienen llenas de buenas intenciones, que son el material con que se empiedra el infierno.
- Oye, que creo que acabo de ver a tu gato en Sobrada en medio de la carretera, naranja y con collar azul. Es el tuyo seguro.
- ¿Hum, en Sobrada? ¡Voy! Llevo linterna, que es medianoche.
- Te salgo a buscar al cruce y te indico.
- Ya llegué, y eso que eran veinte minutos de coche.
- Qué rápido conduces por escrito. Pues por aquí lo encontré.
- Qué lejos de casa, la verdad es que me extraña.
- Estaba aquí mismo y...
- Quen anda aí?!
- Nada, nada, es que buscamos un animal.
- Que pasa aí, Manolo?
- Non sei, vou baixar.
- Que no pasa nada, tranquilos.
- Eh!
- Eh!, que también sé saludar en túzaro.
- Nada, que estoy aquí con este señor que ha perdido a su gato.
- ¿El señor soy yo?
- Uno naranja con un collar azul.
- Ese ghato é o meu! Aínda lle puxen o colar onte mesmo.
- Ya me parecía a mí que tan lejos...
- Papá, Michi no está. ¡Papá, falta Michi!
- Oiga, que nosotros acabamos de aparcar y no sabemos nada del suyo.
- Pois se o atopas e o queres, lévao, que teño máis.
- ¡Papá, jooo, no regales a Michi!
- No, gracias, no busco un gato cualquiera, busco al mío.
- Raio de bichos.
- Además el mío no habría llegado hasta aquí, y estaba como malito la víspera.
- Ah, entón esquéceo, ese xa morreu seghuro! Raio de ghatos.
- Oiga...
- Bueno, pues nada, siento que no fuera el tuyo, creía que...
- Muchas gracias por el aviso igualmente.
- Entón non queres o ghato? A min sóbranme.
- ¡Papá...!
- Pero Manolo, que pasa aí? Baixo eu?
- Cala, muller! Raio de bichos...
Otro tema. El sábado me acerqué a la pista de atletismo de uno de los colegios de Tomiño, cuatro calles abiertas al público en horario no escolar.
Sí, hay que agacharse en cada vuelta para esquivar las hojas de un árbol invasivo, un elemento callado pero molesto que no respeta a los deportistas, el equivalente vegetal a un espectador de la San Martiño. Por lo demás la zona habría de servir perfectamente para probar a correr -léase el verbo en cursiva, remarcándolo-, después de tanto tiempo sólo rodando.
Y es que me he anotado a una competición que empieza el fin de semana, un torneo de eliminatorias contra un bostoniano o quizás un australiano, ya saldrá el sorteo. Uno, digo, porque no pasaré la primera criba, que soy consciente de cómo se las gastan en ese grupo.
Así que fui a darlo todo mientras intentaba no resoplar demasiado por vergüenza de infartar delante de unos niños que jugaban con las bicicletas, zumbando a mi alrededor como moscas de verano. Colorado y digno, dos términos incompatibles. Y si el reloj midió bien, que por el gráfico resultante está claro que no, completé los cinco kilómetros en menos de veintidós minutos. Mucho apurar es eso, mucha transformación del arcén al tartán. Garmin me quiere.

El otro tartán
Como el Ave Fénix resurjo de mis lesiones