Mér, 19 Nov 2008, 0:49
Asunto: Re: Maratón de Atenas 2008
Después de algo más una semana recuperándome de la maratón, durísima, por cierto, voy a intentar contar algo.
Lo primero destacar es la muy buena organización. Para mi gusto, todo funcionó a la perfección, lo que hace posible poder disfrutar de la carrera.
El jueves anterior a la maratón partí por la mañana muy temprano desde el aeropuerto de Santiago junto con un amigo que también la corrió, y que al final me sacó quince minutos. Ya al embarcar en el vuelo a Atenas en Barajas empezamos a percibir el ambiente maratoniano. Antes de subir al avión entablamos conversación con una chica del País Vasco que también va, y en el vuelo hablamos también con un chico de Huesca que también participa.
Primeros indicios de la excelente organización en el aeropuerto de Atenas. Tienen montado el Wellcome Desk allí mismo, donde en castellano nos informan de cómo llegar a la capital, nos dan un plano de la ciudad y nos facilitan una tarjeta con la que podremos movernos por toda la red de transporte público totalmente gratis, desde ese día hasta dos después de la maratón, incluyendo el traslado desde y hacia el aeropuerto.
El viernes, después de una excursión a Delfos, decidimos acercarnos a por el dorsal y el chip. La feria del corredor este año se encontraba cerca del Estadio Panatinaikon, por lo que no nos lleva mucho tiempo. Nos la dan sin muchas colas, y nos hacemos una foto debajo de un póster de Gebrselassie. Desde allí vamos al estadio y nos hacemos otras fotos, pero decidimos que hay que volver al día siguiente, ya que saldrán mejor de día, cosa que hacemos.
El sábado comprobamos que están preparando todo. Me invadió una sensación de excitación al pensar que quedaban 24 horas para entrar en este estadio después de haber completado los 42’195 kilómetros de esta maratón clásica. Estuvimos hablando con un atleta esloveno, y por lo que parecía, estaba tan emocionado como nosotros. Nos despedimos con un see you tomorrow! y nos deseamos suerte.
El domingo suena el teléfono a las cinco y cuarto (dejamos aviso en recepción) y también el móvil. Quizá pecamos de exagerados, pero no nos podíamos permitir el no despertarnos a tiempo ya que por nada del mundo nos íbamos a perder esta maratón, como ninguna otra. Se está convirtiendo en una cita obligada dos veces al año… Desayunamos lo que habíamos comprado la tarde anterior, ya que a esas horas en ningún sitio dan nada, y vamos a la boca de metro donde hemos quedado con el oscense, que allí está como un clavo, tan emocionado como nosotros. Cogemos el metro y nos bajamos en la estación de la plaza de la Sintagma. A esas horas de la mañana sólo hay por la calle la gente que regresa de la juerga del sábado noche y los locos que vamos a correr la maratón, y somos mayoría.
En las inmediaciones del Estadio una fila de autobuses espera para transportarnos. Cogemos enseguida uno (otro punto para la organización) y salimos a las seis y cuarto hacia Maratón, a la que llegamos en algo más de media hora. Todos nos dedicamos a comprobar el recorrido, y apreciamos que va a ser duro. En Maratón hay 15 ºC, algo de nubes y un ligero viento de cola, por lo que teniendo en cuenta estos datos y la previsión del tiempo para ese día, intuyo que las condiciones meteorológicas nos van a acompañar, menos mal.
Durante las dos horas que transcurren hasta la salida nos dedicamos a pasear y a charlar, además de los paseos de rigor al baño, o a algún descampado. Un cuarto de hora antes nos colocamos en la salida. El ambiente es increíble, con gente de los cinco continentes, todos tan emocionados como nosotros. Unos segundos antes de las nueve en los altavoces comienza la cuenta atrás, y al llegar a cero nos empezamos a mover andando hacia la línea de salida. Tardamos casi tres minutos, pero nada más cruzar la línea pongo el cronómetro a cero y comenzamos a trotar, sintiendo que comienza la aventura, e intentando disfrutar de cada segundo.
Pasamos la tumba de los soldados que murieron en la batalla hace 2.500 años, y en el kilómetro 5 el crono marca 28 minutos. No está mal, dentro de mis previsiones de las cuatro horas. Hay que mantener el ritmo. La carrera transcurre con normalidad, y paso por el kilómetro 10 con un tiempo de 58 minutos. Estoy bien, disfruto, la gente anima y hay buen ambiente.
En el kilómetro 18 damos una curva y suena la música de “Carros de fuego” a través de unos altavoces. Cada vez que la escuche me recordará este momento.
Seguimos, y paso la media en 2 horas y 5 minutos. Empiezo a hacer cálculos, y creo que puedo rondar las 4 horas. Hemos tenido una cuesta con toboganes, pero me encuentro bien.
Lo peor está por llegar. Comienza una cuesta, la segunda y última, pero de 12 kilómetros y con un desnivel de 200 metros según el mapa. Comienzo a subirla y al cabo de unos kilómetros presiento que no va a ser como en Madrid. Poco a poco voy aminorando, pero aún así logro llegar al kilómetro 30 en 3 horas. Sigo con mis cálculos. Teniendo en cuenta que un poco más allá comienza la cuesta abajo y que no me encuentro mal es posible que se cumpla mi objetivo, así que hacia el 32, cuando comienza el descenso intento acelerar. No me es posible, ya que comienzo a sufrir las consecuencias del esfuerzo realizado.
Los últimos 10 kilómetros son un suplicio. Mi consuelo es que nadie me adelanta, y por el gesto de sus caras adivino que los demás corredores van como yo. Intento mantener un ritmo llevadero pero sin perder tiempo, para entrar con dignidad en meta. Entramos en Atenas y la cosa sigue igual, no logro recuperarme. Veo a algunos que van doblados, otros que andan, y oigo vomitar a uno por detrás. Yo continúo, voy al límite, pero no cometeré la torpeza de pasarme, ante todo entrar corriendo.
Nunca fue más cierto lo de la definición del maratón como 42 kilómetros de sufrimiento (los sufrí) y 195 metros de gloria, que los tuve,… Al enfilar la calle Irodou Atikou, comienzo una bajada y acelero el ritmo. Hay mucha gente animando e intento saludar a todos. Al final de la calle tuerzo a la izquierda y se presenta ante mí el Estadio Panatonaikon. Giro a la derecha, luego a la izquierda, y entro en el Estadio. Voy aumentando el ritmo (las fuerzas vuelven de repente), y oigo mi nombre. En las gradas están unos chavales andaluces que conocimos la noche anterior y que se acercaron para animarme.
No pude evitar levantar los brazos y gritar Niké (como Filípides) al cruzar la línea de meta. Me dirigí hacia una chica para que me colocara en el cuello la medalla, y disfruté del momento.
El tiempo 4 horas y 16 minutos, casi 20 minutos más que en Madrid. Pero no importa, logré correr y acabar la maratón de todas las maratones.
Gracias a los que me hayáis aguantado esta crónica. Sólo decir como colofón que fue alucinante, una de mis mejores experiencias. En parte se lo tengo que agradecer a Yosi.
